La Niña y el Extraterrestre
En un pequeño pueblo llamado Valle de las Estrellas, donde cada noche las luces del cielo formaban un hermoso espectáculo, vivía una niña llamada Sofía. Sofía amaba mirar las estrellas, y una noche, mientras soñaba despierta, vio algo que la hizo reducir el aliento: una pequeña nave espacial caía del cielo, dejando una estela brillosa detrás.
- ¡Eso parece una nave espacial! - exclamó Sofía, con los ojos desorbitados de asombro.
Sin pensarlo dos veces, corrió hacia el lugar donde la nave había aterrizado. Al llegar, encontró una pequeña nave de metal abollado. Las luces parpadeaban en el panel de control, y un ruido suave como un lamento resonaba en el aire.
De pronto, la escotilla de la nave se abrió y un pequeño extraterrestre de color verde salió cojeando. Tenía grandes ojos saltones y una expresión de miedo.
- ¡Hola! - dijo Sofía, con una sonrisa amable. - No te preocupes, estoy aquí para ayudarte.
El extraterrestre la miró con desconfianza, pero su voz temblorosa rompió el silencio:
- Soy Glu, y mi nave se rompió. No sé cómo volver a casa.
Sofía, impulsada por su instinto de ayudar, se acercó con cuidado.
- No te preocupes, Glu. Vamos a encontrar una manera de repararla. ¿Qué necesitas?
Glu le mostró una parte de la nave que estaba rota. Era un circuito brillante que parecía crucial para que la nave funcionara.
- Necesitamos una herramienta especial para arreglarlo, pero no sé dónde encontrarla... - dijo Glu, su tono lleno de tristeza.
Sofía pensó que tal vez podría ayudarlo buscando hjälp en su pueblo. - ¡Vamos a mi casa! Allí tengo algunas herramientas que podrían servir!
Cuando llegaron a casa de Sofía, su abuelo estaba trabajando en su taller. Al ver a Glu, él sonrió de inmediato.
- Vaya, qué sorpresa, una visita intergaláctica. ¿Qué necesita este pequeño viajero? - preguntó el abuelo con entusiasmo.
- Necesitamos reparar su nave, abuelo. ¿Podrías ayudarnos? - le pidió Sofía.
El abuelo se puso a trabajar, buscando entre sus herramientas mientras Glu observaba con gran interés. Pronto, el abuelo encontró una herramienta del tamaño perfecto y comenzó a enseñarle a Sofía cómo usarla.
- Sofía, lo más importante es trabajar juntos. No importa de dónde venimos, siempre podemos ayudarnos unos a otros. - dijo el abuelo mientras arreglaban la nave.
Glu, que los observaba, finalmente se relajó y comenzó a charlar con ellos, contando historias de su hogar en un planeta lleno de montañas de caramelo y ríos de chocolate. Sofía y su abuelo escuchaban con asombro.
- ¡Me encantaría visitar tu planeta! - exclamó Sofía, imaginando un lugar tan mágico.
Una vez que lograron reparar la nave, Glu estaba tan agradecido que les ofreció un viaje a su planeta como muestra de gratitud.
- ¡Espero que algún día pueda mostrarles mi hogar! - dijo Glu sonriente.
Sofía y su abuelo miraron la nave reluciente, y en ese momento, el cielo se llenó de estrellas. Sofía se dio cuenta de que, aunque eran diferentes, podían ser amigos y ayudar a otros, sin importar qué tan lejos vinieran.
- Todos somos parte del mismo universo - dijo su abuelo.
Glu subió a su nave, mirando hacia atrás con una gran sonrisa.
- Gracias, amigos. Nunca olvidaré lo que hicieron por mí. ¡Hasta pronto!
Con un zumbido y un destello, la nave de Glu desapareció en el cielo estrellado.
Sofía miró las estrellas, con el corazón lleno de alegría.
- ¿Sabes abuelo? Creo que cada estrella es una oportunidad de ayudar y hacer nuevos amigos, no importa la distancia.
- Exactamente, Sofía - respondió su abuelo con cariño. - Y siempre que tengas un corazón dispuesto, habrá magia en todo lo que hagas.
Y así, con una nueva lección en su corazón, Sofía volvió a mirar las estrellas, soñando con nuevas aventuras y amistades que aún estaban por venir.
FIN.