La niña y el hada de la calma


Había una vez una niña llamada Milder que vivía en un pequeño pueblo rodeado de un hermoso bosque. Milder tenía el cabello rubio como los rayos del sol y unos ojos azules llenos de curiosidad.

Sin embargo, Milder tenía un problema. Se irritaba fácilmente por cualquier cosa y a menudo trataba mal a las personas que la rodeaban.

Sus amigos se alejaban de ella porque no soportaban sus rabietas, y esto hacía que Milder se sintiera muy culpable después. Un día, mientras caminaba por el bosque buscando tranquilidad, escuchó una voz suave y melodiosa que decía: "Milder, ven hacia mí". Milder siguió la voz hasta llegar a un claro mágico en medio del bosque.

En el claro había un árbol gigante con hojas brillantes y colores vibrantes. En lo alto del árbol había una pequeña hada llamada Lunita. La hada sonrió amablemente y le dijo: "Hola, Milder. He escuchado tu llamado de ayuda".

Milder miró sorprendida a Lunita y le explicó su problema con las rabietas y cómo eso alejaba a las personas de su vida. Lunita asintió comprensivamente y dijo: "Querida Milder, puedo ayudarte, pero primero debes aprender algo muy importante".

Lunita extendió su mano hacia uno de los frutos coloridos del árbol mágico y lo ofreció a Milder diciendo: "Este es el fruto de la paciencia. Cómelo para encontrar la calma en tu corazón".

Milder tomó el fruto con curiosidad y lo comió. De repente, sintió una sensación cálida recorriendo todo su cuerpo. Se encontraba más tranquila y sus irritaciones parecían desvanecerse.

Lunita sonrió nuevamente y le dijo: "Ahora que has encontrado la paciencia en tu corazón, debes aprender a expresar tus emociones de manera adecuada. En lugar de enfadarte y tratar mal a los demás, puedes hablar sobre cómo te sientes".

Milder asintió y Lunita continuó: "Además, es importante pedir disculpas cuando lastimamos a alguien con nuestras palabras o acciones". Lunita le enseñó una pequeña varita mágica que emitía destellos dorados. "Esta varita te ayudará a reparar cualquier daño causado por tus rabietas".

Milder se sentía esperanzada y decidió poner en práctica lo que había aprendido. A partir de ese día, cada vez que sentía que se estaba irritando, cerraba los ojos y respiraba profundamente para encontrar la calma en su corazón.

Después, hablaba con las personas involucradas en la situación y les explicaba cómo se sentía sin tratarlas mal. Si alguna vez cometía un error, Milder sacaba su varita mágica y tocaba el objeto dañado mientras decía las palabras mágicas: "Lo siento mucho por lo ocurrido.

Por favor, acepta mi disculpa". Con el tiempo, Milder se convirtió en una niña amable y comprensiva. Sus amigos volvieron a acercarse a ella porque sabían que podían contar con ella para escuchar sus problemas sin juzgarlos.

El bosque mágico se llenó de risas y alegría gracias a la transformación de Milder. Y Lunita, desde lo alto del árbol, sonreía orgullosa al ver cómo una niña tan pequeña podía aprender grandes lecciones.

Desde aquel día, Milder siempre recordó que la paciencia y la empatía eran las claves para mantener relaciones saludables con los demás. Y así, vivió felizmente en su pueblo rodeada de amor y amistad.

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