La niña y el zorro



Era un día soleado cuando Sofía salió de su casa, emocionada por explorar el bosque cercano. Tenía el corazón lleno de curiosidad y un cuaderno en la mano donde anotaba todas las maravillas que encontraba en su camino.

Mientras caminaba, escuchó un suave susurro entre los árboles. Al acercarse, descubrió un pequeño zorro de pelaje rojizo y cola esponjosa. El zorro la miró con unos ojos brillantes y curiosos.

"Hola, pequeño amigo. ¿Cómo te llamás?" - preguntó Sofía, sentándose en una piedra para observarlo.

"Yo soy Zorrito. Estoy buscando comida para llevarle a mi mamá. Pero no encuentro nada por aquí" - respondió el zorro, moviendo su cola con tristeza.

Sofía sintió piedad por el zorro y decidió ayudarlo.

"Yo tengo algunas galletas en mi mochila. ¿Te gustaría comer un poco?" - ofreció la niña, abriendo su mochila.

Zorrito miró las galletas con sorpresa.

"¿De verdad querés compartirlas conmigo?" - preguntó, atónito.

"Claro, todos necesitamos un amigo. Además, podemos buscar comida juntos" - contestó Sofía con una sonrisa.

Así, Sofía y Zorrito se hicieron buenos amigos. Juntos, exploraron la espesura del bosque y descubrieron lugares mágicos: un arroyo de aguas cristalinas, un campo lleno de flores de todos los colores y un árbol gigante que parecía tocar el cielo. Entre risas y juegos, se olvidaron del tiempo.

Con el paso de los días, Zorrito también le enseñó a Sofía cosas importantes sobre la naturaleza.

"¿Sabías que las flores atraen a las mariposas?" - le explicó Zorrito mientras observaban una mariposa azul volando entre las flores.

"No, ¡es tan hermoso!" - exclamó Sofía, sacando su cuaderno y dibujando a la mariposa.

Un día, mientras jugaban, escucharon el ladrido de un perro. Sofía se preocupó.

"¿Qué pasará si el perro viene hacia aquí?" - preguntó intranquila.

"No te preocupes, yo sé cómo escondernos. Sigamos mis pasos" - respondió Zorrito, confiado. Corrieron hacia un arbusto espeso, donde se ocultaron hasta que el perro se alejó.

"Eres muy astuto, Zorrito. ¿Cómo aprendiste a hacer eso?" - dijo Sofía, admirada.

"En el bosque siempre hay que estar atento a los peligros. La naturaleza es hermosa, pero también es sabia" - respondió su amigo, dándole un guiño.

El tiempo pasó volando, y Sofía cada vez pasaba más tiempo en el bosque. Sin embargo, un día Zorrito parecía preocupado.

"Sofía, tengo que hablarte" - dijo Zorrito con una voz seria.

"¿Qué pasó?" - preguntó Sofía, intrigada.

"Los humanos han empezado a cortar algunos árboles cerca de mi casa. ¿Qué va a pasar con mi hogar?" - Zorrito soltó una pequeña lágrima.

Sofía sintió un nudo en la garganta y decidió no dejar a su amigo solo.

"¡Vamos a hacer algo! Podemos hablar con los demás niños y avisar a los adultos. Ellos pueden ayudarnos" - propuso Sofía.

Con valentía, Sofía y Zorrito se dirigieron al pueblo. Juntos, contaron su historia a los vecinos. Pronto, todos se unieron para proteger el bosque. Sofía lideró a los niños en una campaña para cuidar el medio ambiente, organizando charlas y talleres.

"¡Con nuestras voces podemos hacer la diferencia!" - gritaba Sofía, y los demás la aplaudían.

Finalmente, organizaron un día de limpieza en el bosque y plantaron nuevos árboles. Poco a poco, el lugar que habían cuidado floreció con vida, y Zorrito pudo regresar a casa feliz.

"No solo me salvaron a mí, sino que también ayudaron a todo el bosque" - dijo Zorrito, abrazando a Sofía.

"Esto es solo el comienzo. Siempre cuidaremos de nuestro planeta juntos" - sonrió Sofía, sintiéndose orgullosa.

Desde entonces, Sofía y Zorrito se hicieron los mejores amigos y aprendieron que, cuando se trabaja en equipo, se pueden lograr grandes cosas. Y así, entre juegos y aventuras, el bosque se convirtió en un lugar aún más mágico, donde la amistad y la naturaleza florecían juntas.

Y cada vez que pasaban por aquel árbol gigante, Sofía sonreía y decía:

"¡Este es nuestro bosque, y siempre será un lugar de unión!"

FIN.

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