La niña y la magia de los números



Había una vez en un pequeño barrio de Argentina, una niña llamada Julieta que tenía una gran pasión por cocinar. Su especialidad era hacer pastas, las más ricas del vecindario. Cada fin de semana, Julieta preparaba ravioles, fideos y lasaña, y su abuela siempre decía: "Julieta, tus pastas son mágicas". Pero Julieta no solo creía que su habilidad en la cocina era cuestión de talento, también pensaba que algo más la ayudaba: los números.

Un día, mientras preparaba tallarines con su abuela, Julieta notó que algo extraño sucedía en la cocina. Cada vez que sumaba o multiplicaba los ingredientes, los colores de las verduras brillaban más, y el aroma de la pasta se volvía más intenso.

"¿Ves, abuela? Parece que los números tienen magia" -dijo Julieta con una gran sonrisa.

"¡Cómo no! Los números son muy importantes en la cocina. Nos ayudan a medir y a hacer que el plato salga justo como lo queremos" -respondió su abuela con un guiño.

Un día, mientras estaba en la plaza, Julieta se encontró con un viejo libro polvoriento en una librería. En la portada decía: "La magia de los números en la cocina". Intrigada, decidió comprarlo con sus ahorros. Al abrirlo, encontró fórmulas y recetas que parecían cambiar con cada número que sumaba o multiplicaba.

Esa noche, emocionada, Julieta empezó a hacer una prueba. Decidió hacer su famoso estofado de verduras, pero esta vez, aplicando las fórmulas del libro. Con cada suma, el aroma era más tentador.

Sin embargo, cuando llegó a sumar la cantidad de cebollas, se distrajo con un gato que maullaba afuera. "¡Ups! Creo que puse demasiadas cebollas" -murmuró asustada. Al probar el estofado, se dio cuenta que el exceso de cebolla lo hacía muy fuerte. "¡Ay, no!" -exclamó Julieta, desanimada. Pero justo en ese momento, recordó lo que su abuela siempre decía: "Los errores son parte del aprendizaje, Julieta. Hay que saber corregirlos".

Con determinación, decidió volver a la cocina al día siguiente, pero esta vez estaba decidida a hacer las cosas de nuevo: reducir las cebollas y ajustar los números para que todo quedara perfecto.

Mientras cocinaba, se dio cuenta de que podía hacer ajustes en las recetas por sí misma. "Si le echo un poco menos de lo que dice aquí y multiplico la cantidad de aquí por dos, seguro va a salir mejor" -se dijo en voz alta.

Al final del día, Julieta sirvió su nuevo estofado y todos los vecinos se agolparon para probarlo. "¡Delicioso!" -gritó uno. "¡Es un manjar!" -dijo otro. Julieta no podía estar más orgullosa.

Entonces, tuvo una idea brillante. ¿Y si organizaba un taller de cocina en el barrio para enseñar a otros niños a cocinar utilizando la magia de los números? El día del taller, Julieta reunió a un grupo de amigos y les explicó cómo los números podían hacer que la cocina fuera aún más divertida. Se divirtieron mucho cocinando fideos, y cada vez que tenían que medir ingredientes, hacían cálculos para conseguir las cantidades perfectas.

"¡Es como tener un superpoder!" -exclamó uno de los niños.

Julieta se dio cuenta de que no solo estaba enseñando a sus amigos a cocinar, sino también a amar los números. Y así, en el pequeño barrio, la magia de Julieta y los números llenó de sonrisas todos los hogares.

Desde ese día, Julieta, con su abuela como asistente, hizo de la cocina un lugar mágico donde los números eran los grandes aliados en la creación de pastas deliciosas.

FIN.

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