La Niña y la Mariposa Mágica
Las mañanas en el pequeño pueblo de Sofía siempre eran mágicas. El sol brillaba sobre los coloridos campos de flores, y el aire fresco llenaba los pulmones de la niña con energía.
Un día, mientras paseaba por las verdes colinas, Sofía se encontró con una mariposa diferente a todas las demás. Esta mariposa era de un brillante color azul, con destellos plateados que parecían bailar a la luz del sol.
Sofía se acercó con curiosidad, y la mariposa se posó suavemente en su dedo. -¡Hola! ¡Soy Sofía! -saludó la niña a la mariposa. La mariposa comenzó a revolotear alrededor de Sofía, como si estuviera tratando de comunicarse con ella.
Entonces, para sorpresa de Sofía, la mariposa emitió una suave luz que envolvió a la niña. En ese momento, Sofía sintió una extraña sensación de calidez y energía recorriendo su cuerpo.
La mariposa mágica le había otorgado un poder especial: el poder de hacer sonreír a las personas que se sentían tristes. Emocionada, Sofía decidió utilizar su nuevo don para ayudar a los demás. Con una sonrisa radiante, se acercó a cada persona que se cruzaba en su camino, ofreciéndoles palabras amables y gestos de cariño.
Pronto, el pueblo entero estaba lleno de risas y alegría, y Sofía se convirtió en la niña más querida de todos. Sin embargo, un día, una tormenta amenazó con oscurecer la alegría de Sofía.
Las fuertes lluvias habían apagado las sonrisas de las personas, y la niña se sentía impotente ante tanta tristeza. Fue entonces cuando la mariposa mágica volvió a aparecer. - ¡No te desanimes, Sofía! Tienes el poder de iluminar hasta el día más oscuro con tu alegría.
Solo debes creer en ti misma. Con estas palabras, la mariposa desapareció en un destello de luz. Sofía entendió que, incluso en los momentos difíciles, su actitud positiva podía traer luz y esperanza a los demás.
Con renovadas fuerzas, se puso a trabajar animando a las personas, compartiendo su positividad y recordándoles que, incluso en medio de la tormenta, siempre hay motivos para sonreír. Pronto, el sol volvió a brillar, y el pueblo recuperó su alegría.
Sofía aprendió que, a veces, la verdadera magia reside en el poder de nuestra propia actitud. Desde aquel día, la mariposa mágica voló junto a Sofía, recordándole que su sonrisa era el regalo más especial que podía compartir.
Y así, la niña y la mariposa mágica continuaron iluminando los corazones de todos los que encontraban en su camino.
FIN.