La Niña y la Monja



Había una vez, en un pequeño pueblo de Argentina, una niña llamada Clara. Clara era curiosa y llena de energía. Siempre tenía mil preguntas y amaba explorar la naturaleza, pero había algo que le intrigaba más que nada: el convento que estaba al lado de su casa. Desde pequeña había escuchado historias sobre las monjas que vivían allí, pero nunca había tenido la oportunidad de conocerlas.

Un día, mientras jugaba en el jardín, Clara decidió acercarse al convento. Con los ojos llenos de emoción, tocó la puerta. En un instante, se abrió lentamente y apareció una monja con una sonrisa cálida.

"Hola, pequeña. ¿Qué te trae por aquí?" - preguntó la monja, que se llamaba Sor Ana.

"Hola! Soy Clara. Siempre he querido conocer el convento y saber qué hacen aquí." - dijo la niña con timidez.

Sor Ana, encantada por la curiosidad de Clara, la invitó a pasar.

"Ven, aquí hacemos muchas cosas. Te mostraré nuestro jardín y lo que cultivamos."

Clara entró y se maravilló con lo que vio: flores de colores, plantas aromáticas y hortalizas de todo tipo.

"¡Es hermoso! ¿Puedo ayudar?" - preguntó Clara, emocionada.

Sor Ana asintió con la cabeza.

"Claro que sí. Cada domingo venimos a cuidar el jardín, y a veces hacemos comidas para compartir con el pueblo. ¿Te gustaría ayudarme en eso?"

Clara, entusiasmada, prometió regresar cada domingo. Así, empezó una hermosa amistad entre ellas.

Con el tiempo, Clara aprendió sobre el cuidado de las plantas, la importancia de compartir y trabajar en equipo. Todo era diversión y risas hasta que un día, Sor Ana le contó un secreto.

"Clara, hay una competencia de jardines en el pueblo y nuestro convento ha decidido participar. Pero, necesitamos más manos ayudantes."

"¿Qué? ¡Eso suena increíble! ¿Cómo puedo ayudar?" - preguntó Clara, con los ojos brillantes.

"Podemos crear una nueva sección en nuestro jardín, algo que represente a nuestra comunidad. Necesitamos ideas. ¿Tienes alguna?"

Clara pensó por un momento y luego exclamó:

"¡Podemos hacer un rincón de cuentos! Un lugar donde los niños puedan venir a leer y soñar."

Sor Ana sonrió ante la idea, y juntas comenzaron a trabajar en el proyecto. Pintaron y decoraron un espacio especial, llenándolo de libros y color.

La competencia llegó y Clara estaba nerviosa. Pero al ver a todos disfrutando del rincón de cuentos, su corazón se llenó de alegría.

Finalmente, el día del jurado, mientras paseaban por el jardín, una niña del pueblo se acercó y dijo:

"¡Gracias, Clara! Este lugar me encanta. Me hace querer leer más. ¿Puedo venir todos los días?"

Clara se sintió feliz; el rincón de cuentos estaba logrando lo que habían imaginado.

Al final del día, el jurado visitó el convento. Al llegar al rincón de cuentos, el jurado se detuvo, se asombró.

"Este jardín tiene algo especial: un rincón lleno de alegría y amor por los libros. Es evidente que aquí se fomenta la lectura en comunidad." - dijo uno de los miembros.

El convento ganó el primer premio, pero para Clara, el verdadero premio fue ver a tantos niños felices contando historias.

"Gracias, Sor Ana, por dejarme ayudar. Aprendí que a veces trabajar en equipo y compartir ideas trae la felicidad a muchos, no solo a uno." - dijo Clara al despedirse aquella tarde.

Sor Ana sonrió y le respondió:

"Gracias a vos, Clara. Sin tu creatividad, esto no hubiera sido lo mismo. Recuerda, siempre que compartas tu pasión, podrás hacer magia."

Y así, cada domingo, Clara continuó visitando el convento, no solo para cuidar el jardín, sino para fomentar la lectura y la amistad entre todos los niños del pueblo. Y así, la niña y la monja se convirtieron en un símbolo de amor y trabajo en equipo, recordando a todos que juntos siempre se puede lograr más.

Fin.

FIN.

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