La niña y sus sueños frustrados
Había una vez en un pequeño pueblo, una niña llamada Sofía. Desde muy chiquita, soñaba con ser una gran artista y poder pintar hermosos cuadros que alegraran el corazón de las personas. Sofía pasaba horas en su habitación, con un pincel en mano y sus colores esparcidos por todas partes. Sin embargo, algo siempre se interponía entre ella y su sueño.
Un día, la maestra de arte anunció un concurso en la escuela. "-¡El ganador tendrá la oportunidad de exponer su obra en la galería de la ciudad!" exclamó emocionada.
Sofía no podía creerlo. Era la oportunidad que tanto había deseado. Sin embargo, su corazón se llenó de dudas. "-No sé si mis pinturas son lo suficientemente buenas..." pensó, recordando otras veces en que había participado y no había ganado.
A pesar de ello, decidió intentarlo. Se preparó, eligió sus colores y comenzó a pintar. Pero justo cuando parecía que había encontrado inspiración, su perrito, Lucas, saltó y derramó todos los óleos sobre su lienzo. "-¡No, Lucas!" gritó Sofía, y su corazón se rompió. Con lágrimas en los ojos, pensó en rendirse nuevamente. Pero entonces, recordó las palabras de su abuela: "-Sofía, recuerda, cada intento es una oportunidad para aprender".
Con esfuerzo y paciencia, Sofía limpió el desastre y empezó de nuevo. Esta vez, decidió no buscar la perfección. "-Voy a dejar que mis sentimientos fluyan en el papel", se dijo a sí misma. Así, mezcló colores vibrantes y trazó formas abstractas llenas de vida.
El día del concurso llegó. Aunque estaba nerviosa, al entrar al salón donde se realizaba la exposición, se sintió inspirada por todos los demás artistas. Había tantas historias, tanto talento. "-Quizás no gane, pero estoy aquí" pensó, sintiéndose agradecida por la experiencia.
Mientras presentaba su obra, una niña se acercó. "-Me encanta tu pintura. Me hace sentir feliz. ¿Puedo saber qué pintaste?" Sofía sonrió. "-Es un reflejo de mis sueños y emociones". La luz en los ojos de la niña le hizo comprender que no necesitaba ganar un concurso para ser una artista.
Al final del concurso, el premio fue otorgado a una chica que había hecho un magnífico retrato. Sofía aplaudió con entusiasmo, sintiéndose orgullosa de todos. "-Este no es el fin. Este es solo el comienzo de mi viaje artístico", se prometió a sí misma.
Desde ese día, Sofía siguió pintando y explorando su pasión. Comenzó a compartir su arte en redes sociales, formó un pequeño grupo de amigos artistas y hasta organizó exposiciones en su comunidad. Poco a poco, sus sueños frustrados se transformaron en sueños realistas.
Sofía aprendió que lo importante no era ganar, sino disfrutar del proceso y seguir intentándolo. Así, cada día se pintaba un poco más feliz, dejando que su corazón hablara a través de sus colores. Y así, Sofía descubrió que a veces los sueños se cumplen de maneras inesperadas, siempre que nunca dejemos de intentarlo.
FIN.