La noche de brujas en San Martín



Era una noche de brujas en el pequeño pueblo de San Martín.

Los niños se preparaban para salir a pedir dulces disfrazados de sus personajes favoritos, pero algo inesperado sucedió: ¡Hacía mucho frío! Los niños se miraron preocupados, ¿cómo iban a salir con tanto frío? Pero entonces, apareció la abuela Juana, una mujer sabia y amorosa que siempre tenía una solución para todo. "No se preocupen mis queridos, tengo la solución perfecta para este frío", dijo sonriendo.

Los niños estaban emocionados por saber qué idea tendría la abuela Juana. "¿Qué podemos hacer abuela?", preguntó Ana disfrazada de bruja. "Lo primero es no perder la cabeza.

Debemos vestirnos bien para no pasar frío y luego podemos salir a pedir dulces", respondió calmadamente la abuela Juana. Todos los niños asintieron con entusiasmo y corrieron a buscar sus mejores bufandas y gorros. La abuela Juana los ayudó a ponerse varias capas de ropa para estar bien protegidos del frío.

Finalmente, cuando todos estuvieron listos, salieron a recorrer las casas en busca de dulces. El viento soplaba fuerte pero ellos no sentían nada gracias al buen consejo de la abuela Juana.

Mientras caminaban por las calles oscuras del pueblo, llegaron hasta una casa abandonada donde escucharon unos extraños ruidos. Los niños temblaron un poco pero entonces apareció un gato negro que les hizo cariños con su cola mientras maullaba amistoso.

"¡Miren! Es un gatito de Halloween", exclamó Tomi, disfrazado de vampiro. Los niños acariciaron al gato y le dieron algunos dulces que llevaban en sus bolsas. De repente, el gato comenzó a correr por la calle y los niños lo siguieron emocionados.

El gato los llevó hasta una casa donde vivía un anciano solitario llamado Don Carlos. Los niños sabían que él nunca daba caramelos a nadie pero decidieron tocar su puerta igualmente. "¡Truco o trato!", gritaron todos al unísono.

Don Carlos abrió la puerta y se sorprendió al ver tantos niños disfrazados de monstruos frente a él. Pero entonces, recordó cuando era joven y también salía a pedir dulces en Noche de Brujas.

"Esperen aquí un momento", dijo Don Carlos cerrando la puerta tras de sí. Los niños esperaron ansiosos mientras escuchaban ruidos desde adentro. Finalmente, Don Carlos volvió con una gran canasta llena de caramelos para cada uno.

"Feliz Noche de Brujas chicos", dijo sonriendo el anciano mientras los niños saltaban emocionados por recibir tantos dulces.

La abuela Juana miraba con orgullo cómo los niños habían aprendido una valiosa lección esa noche: no importa cuán frío haga o cuánto miedo tengamos, siempre podemos encontrar alegría si estamos juntos y compartimos nuestros corazones llenos de amor y amistad.

FIN.

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