La noche de campamento


Mía y Tomás eran dos amigos muy aventureros a los que les encantaba ir de campamento. Un día, decidieron hacer una excursión a un hermoso valle rodeado de altas montañas. Llegaron al atardecer y montaron sus carpas rápidamente.

Cuando la noche cayó, Mía y Tomás decidieron quedarse afuera para disfrutar del cielo estrellado. - ¡Mira, Tomás, hay tantas estrellas en el cielo! - exclamó Mía emocionada. - Sí, es impresionante, Mía.

¿Sabías que cada estrella tiene su propia historia? - respondió Tomás con una sonrisa. Mía frunció el ceño, intrigada. - ¿En serio? ¿Cómo es posible? - preguntó.

Tomás se acomodó y comenzó a contar: - Las estrellas en el cielo son como pequeñas lucecitas que han estado ahí durante millones de años. Cada una tiene su propio brillo y color, y los antiguos pueblos solían contar historias sobre ellas para explicar su presencia en el cielo nocturno.

Pero lo más importante, Mía, es que cada estrella puede representar un deseo, un sueño o una meta que queramos alcanzar. Mía escuchaba atentamente, asombrada por las palabras de su amigo. - ¿Quieres decir que las estrellas pueden ayudarnos a cumplir nuestros sueños? - preguntó con ilusión. - Exactamente, Mía.

Si miramos al cielo y elegimos una estrella, podemos hacer un deseo y trabajar duro para alcanzarlo. Las estrellas nos recuerdan que nuestros sueños son como ellas, brillantes y eternos. Mía se quedó pensativa por un momento y luego sonrió.

- Tienes razón, Tomás. A partir de ahora, cada vez que mire al cielo, buscaré una estrella que me inspire a seguir mis sueños. - dijo con determinación. Tomás asintió con una mirada de complicidad.

Juntos, Mía y Tomás pasaron el resto de la noche hablando sobre sus sueños y haciendo planes para alcanzarlos. Desde ese día, cada vez que tenían un reto por delante, miraban al cielo y recordaban que las estrellas estaban allí para guiarlos.

Y así, con esfuerzo y perseverancia, lograron cumplir sus sueños, sabiendo que el brillo de las estrellas los acompañaba en su camino.

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