La Noche de Guaracha en la Plaza



Era una noche mágica en la plaza del barrio. Las estrellas brillaban en el cielo oscuro, y una suave brisa acariciaba las flores del jardín. Simona, una niña curiosa de diez años, estaba emocionada porque esa noche había un festival de música y danza. Había invitaciones repartidas, pero Simona no había podido conseguir una y pensaba que solo podría escuchar desde lejos.

Cuando llegó a la plaza, se sorprendió al ver que muchas familias y amigos se habían reunido. La música de la guaracha llenó el aire, un ritmo alegre que hacía que todos movieran los pies. Pese a que no tenía entrada, su energía y amor por la danza la hicieron acercarse a la escena.

De repente, una artista llamada Luz, conocida por su habilidad para bailar guaracha, llegó al escenario. Con su vestido colorido que brillaba bajo la luz de las lámparas, comenzó a moverse con gracia.

- ¡Mirá cómo se mueve! – exclamó Simona, sus ojos brillando de admiración.

A medida que Luz bailaba, la multitud aplaudía con entusiasmo. Pero algo inesperado sucedió: una de las luces se apagó. La artista, que había estado haciendo un giro espectacular, se tropezó y cayó al suelo. La música se detuvo, y el silencio abrumador cundió la plaza.

Simona, sin pensarlo, corrió hacia el escenario.

- ¡Estás bien! – preguntó, preocupada mientras extendía su mano a Luz.

- Sí, sólo me sorprendió la caída – respondió Luz, sonriendo aunque un poco avergonzada. – Gracias por ayudarme. Me siento un poco nerviosa ahora.

Simona le dio confianza.

- Contanos un chiste, eso siempre hace reír. ¡Vamos! – sugirió con entusiasmo.

Luz, más confiada por la pequeña, empezó a contar chistes, uno tras otro. La gente comenzó a reír y la tensión se disipó. Simona, al escuchar la risa de la multitud, se sintió poderosa.

- ¡Ahora te toca a vos bailar! – dijo Luz, animada por la energía positiva de la niña.

Simona miró a su alrededor y sus amigos la animaban desde la multitud.

- ¿Yo? No sé bailar como vos. – murmuró tímidamente.

- Pero cada uno tiene su propio ritmo. ¡Dale, mostrale al mundo cómo te mueves! – respondió Luz con fuerza.

Simona respiró hondo y, a pesar de su nerviosismo, comenzó a mover los pies al compás de la música. La guaracha se hizo más intensa y, para su sorpresa, los presentes comenzaron a seguir su ritmo. Era un baile improvisado, lleno de risas y alegría.

Poco a poco, la gente se fue sumando. Luz se unió a Simona, y juntas comenzaron a bailar, riendo y disfrutando. La plaza se convirtió en un espacio de celebración. Todos se unieron en un hermoso mosaico de movimiento.

Al finalizar la canción, la multitud aplaudió con fuerza.

- ¡Genial, Simona! – aplaudió Luz, feliz.

- No podría haberlo hecho sin vos. – respondió Simona, sonriendo de oreja a oreja.

- Recuerda siempre, Simona. Puede que a veces te caigas, pero nunca dejes de levantarte y seguir adelante. – le enseñó Luz.

La noche continuó, y Simona se sintió más fuerte que nunca. No solo había aprendido a bailar, sino que había visto el poder de la comunidad, la importancia de apoyarse mutuamente y de encontrar alegría en medio de los imprevistos. Al final de la noche, se despidió de Luz con un fuerte abrazo, prometiendo que volvería a bailar y que nunca temería a las caídas.

Así, la plaza brilló esa noche, no solo por las luces, sino por todo lo que significaba: unión, risas y el bello lenguaje del baile. Simona se fue a casa con una sonrisa, sabiendo que la vida es como la música, llena de giros, caídas, y siempre una oportunidad para levantarse y seguir bailando.

FIN.

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