La Noche de Halloween de los Diños
Había una vez en un pequeño pueblo, un grupo de diños que estaba muy emocionado porque se acercaba Halloween. Cada uno había preparado su disfraz con mucho esmero y estaba ansioso por salir a pedir dulces.
"¡No puedo creer que por fin llegó el día!" dijo Dimi, el diño que siempre tenía la mejor energía.
"Sí, me encanta ver cómo todos se disfrazan, es como una fiesta de creatividad!" agregó Lila, la diña que siempre hacía maravillas con los colores y las telas.
Los diños, listos con sus disfraces, se juntaron en la plaza del pueblo. Había un diño vestido de vampiro, otro de fantasma, uno más de bruja y Lila se había disfrazado de mariposa. Todos querían pedir dulces y compartirlos después.
"Vamos a ver quién consigue más dulces!" propuso Tino, el diño más aventurero del grupo.
"Bueno, pero no solo se trata de ganar, sino de divertirnos juntos!" salió al paso Dimi.
Empezaron su recorrido por el vecindario, tocando puertas y diciendo "¡dulce o travesura!" Al principio, todo fue muy divertido. Cada casa les daba la mejor variedad de golosinas: caramelos, chocolates y gomitas.
Pero luego, mientras recorrían el último barrio, se dieron cuenta de algo extraño. Al llegar a una casita de color amarillo brillante, notaron que estaba tranquila y silenciosa. No había luces ni ningún signo de celebración.
"¿Por qué no hay nada de Halloween aquí?" preguntó Lila.
"Quizás los dueños no saben que es Halloween" sugirió Tino. "Deberíamos hacer algo."
Los diños decidieron tocar la puerta con un poco de incertidumbre. A los pocos segundos, la puerta se abrió y apareció una señora mayor con una hermosa sonrisa, pero que parecía un poco triste.
"Hola, queridos diños. Estoy tan feliz de ver sus disfraces, pero tengo que confesar que no tengo dulces para ustedes. Este año, estoy sola y no he podido comprar nada."
"¡Ay no!" exclamó Dimi. "¿Y qué haremos ahora?"
"¡Espérame un momento!" dijo Lila y salió corriendo hacia su bolsa de dulces. Regresó con dos puñados de caramelos brillantes y les dijo: "¡Aquí! Compartamos nuestros dulces con ella."
Los diños se miraron, sorprendidos, pero luego sonrieron. "¡Claro que sí!" dijeron al unísono.
"Pero, ¿por qué me dan sus golosinas?" preguntó la señora, confundida.
"Porque Halloween no sólo se trata de recibir dulces, sino de compartir y hacer feliz a los demás también" respondió Lila.
Los diños comenzaron a compartir sus caramelos con la señora, que sonreía encantada. "Gracias, pequeños, no se imaginan cuánto significa esto para mí."
Y así, en lugar de pedir dulces, terminaron disfrutando de una hermosa conversación con la señora, quien les contó historias de Halloween de su infancia. Se rieron, hicieron preguntas y hasta ayudaron a la señora a decorar su casa con algunas calabazas que tenía guardadas.
Cuando se despidieron, Dimi, Tino, Lila y el resto de los diños tuvieron una gran idea: "¡Ahora tenemos una nueva amiga! Cada año, podemos venir a visitarte para celebrar Halloween juntos."
La señora se llenó de alegría y les prometió que el próximo año tendría muchas sorpresas preparadas. Al regresar a casa, cada diño se sintió satisfecho. Habían comprendido que compartir es tan importante como recibir y que, en la amistad, siempre hay dulces momentos por descubrir.
"Lo mejor de esta noche no fue solo los dulces, sino el amor y la alegría que compartimos. Ya no podemos esperar a Halloween del próximo año!" concluyó Dimi.
Con esa emoción en sus corazones, los diños decidieron que cada Halloween sería una oportunidad no solo de pedir dulces, sino también de compartir su alegría con aquellos que más lo necesitaran. Y así, año tras año, su tradición fue creciendo, convirtiendo Halloween en un día donde no solo brillaban los disfraces, sino también la bondad y la amistad.
FIN.