La Noche de Halloween en el Colegio Santa Ana



Era una brillante mañana de octubre en el colegio Santa Ana de Cuenca, y los alumnos de infantil y primaria estaban emocionadísimos por la llegada de Halloween. Todos se habían esforzado en sus disfraces: había un montón de momias en papel higiénico, brujas con sombreros puntiagudos, zombis con pintura facial y vampiros con colmillos de juguete. En cada rincón del colegio se notaba el ambiente festivo.

"¡Mirá mi disfraz de bruja!" - Dijo Clara, agitando su escoba mágica.

"¡Genial! Yo soy un vampiro -respondió Tomás, sonriendo y mostrando sus colmillos" ¡Miren! ¡Voy a morder!"

Sin embargo, a medida que avanzaba el día, algo extraño comenzó a suceder. Los profesores, que siempre eran tan amables y cariñosos, empezaron a comportarse de manera rara. Se miraban entre ellos, sus ojos brillando con una chispa nunca antes vista.

"No entiendo, ¿por qué los profesores están actuando así?" -comentó Ana, mientras trataba de ajustar su disfraz de momia.

"No sé, parece como si quisieran... ¡llevárselos a sus casa!" -dijo Lucas, atemorizado.

Y así, el caos empezó. Los docentes, con una extraña energía, comenzaron a acercarse a los niños, con la intención de llevárselos a sus casas para que siguieran celebrando Halloween en un mundo solo para ellos.

"¡Vengan, niños! ¡Vamos a hacer la fiesta más divertida en casa!" -gritó la profesora Marta, luciendo más aterradora que nunca.

"¡No! ¡No queremos irnos!" -gritaron los niños en un gran coro.

A medida que los profesores intentaban atrapar a los pequeños, estos se unieron y comenzaron a correr hacia el patio. La situación estaba fuera de control, y los niños, llenos de valentía, decidieron enfrentar el desafío.

"Si todos nos unimos, podemos deshacer este embrujo que tienen nuestros profes!" -propuso Clara.

"¡Sí! ¡Vamos a hacer el hechizo de la amistad!" -respondió Sofía.

Los niños comenzaron a unirse en un círculo, levantando las manos y gritando sus mejores cosas que les gustaban de sus profesores.

"¡Saben hacer que nos divirtamos!" -gritó Tomás.

"¡Nos ayudan con las tareas!" -dijo Lucas, saltando.

"¡Siempre nos cuentan historias!" -gritó Ana.

"¡Nos enseñan con cariño!" -agregó Clara.

Al escuchar las palabras de sus alumnos, los profesores se detuvieron en seco. La chispa en sus ojos empezó a desvanecerse y, poco a poco, volvieron a ser ellos mismos.

"¿Qué ha pasado?" -preguntó la profesora Marta, mirando a los niños asombrada.

"Parece que se han dejado llevar por el espíritu de Halloween... a veces, en la noche de Halloween, uno puede volverse un poco loco" -exclamó Tomás, riendo.

Los docentes se miraron entre sí, y pronto, una risa juguetona invadió el aire.

"¡Perdón, chicos! Nos dejamos llevar un poco, ¿no?" -se disculpó el profesor Juan, riendo.

Eventualmente, todos se reunieron para disfrutar juntos de la celebración. Los niños sonrieron al saber que el verdadero espíritu de Halloween no estaba en el miedo, sino en la diversión compartida y en la amistad.

Así, con juegos, bailes y dulces, la noche se convirtió en una inolvidable experiencia a recordar.

"¡Este fue el mejor Halloween de todos!" -dijo Sofía, mientras partían una torta en forma de calabaza.

"Sí, ¡y juramos jamás dejar que los profes se descontrolen así otra vez!" -dijeron todos en voz alta, riendo.

Y así, el colegio Santa Ana se llenó de risas, historias y un pálpito de alegría que iluminó la festividad de Halloween. Todos entendieron que a veces, se necesita un poco de locura, pero siempre en un contexto de amor y amistad. Y desde ese año, en cada Halloween, los niños y profesores se prepararon no solo con disfraces, sino con un hechizo especial: el hechizo de la amistad que ninguna locura podría romper.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!