La Noche de Halloween y el Mejor Disfraz



Era la noche de Halloween en un pequeño vecindario lleno de casas decoradas con luces y telarañas. Todos los niños estaban emocionados por salir a pedir dulces. Entre ellos, estaba Sofía, una niña de diez años que decidió disfrazarse de gata. Su disfraz era negro como la noche, con orejas puntiagudas y una cola larga y esponjosa.

"¡Mira mi disfraz!" - exclamó Sofía a su mejor amiga, Clara, que estaba disfrazada de bruja.

"¡Estás increíble, Sofía!" - respondió Clara, echando un vistazo a la cola de la gata. "¡Vamos, que ya casi empieza!"

Juntas, comenzaron a recorrer las calles, tocando puertas y gritando '¡Dulce o travesura!'. Sofía se sentía feliz, pero había algo en su corazón que no la dejaba disfrutar del todo. Entonces, notó a su perra, Lulú, que la miraba con ojos grandes y tristes desde el patio.

"¡Oh, Lulú!" - dijo Sofía, agachándose para acariciar a su perra. "No te olvides que hoy es Halloween, ¡vos también deberías tener un disfraz!"

Lulú movió la cola, como si entendiera que Sofía quería que se divirtieran juntas. Sofía tuvo una idea brillante. Corrió al interior de la casa y se puso a buscar algo para hacerle un disfraz a su amiga peluda.

Mientras tanto, Lulú, que era una perra muy curiosa, decidió seguir a Sofía. Cuando la vio buscando en el armario, la perra se metió adentro y sacó una bufanda rosa brillante. Sofía se río al verla,

"¡Eso sería un disfraz muy elegante!" - dijo Sofía, mientras ponía la bufanda alrededor de Lulú.

Finalmente, con un poco de cinta adhesiva y muchas risas, Sofía terminó haciendo un pequeño disfraz de mariposa para su perra, con alas que parecían sacadas de un cuento de hadas.

"¡Ahora sí!" - exclamó Sofía. "¡Vamos, Lulú, a mostrarle a todos lo que conseguimos!"

Salieron juntas de la casa y se unieron a los otros niños. Sofía y Lulú estaban encantadas. Siguieron recorriendo el barrio, y cada vez que tocaban una puerta, todos se maravillaban con el disfraz de Lulú.

"¡Mirá qué linda la perra!" - decían los vecinos, mientras le daban caramelos.

De repente, escucharon un llanto. Sofía miró hacia un lado y vio a un niño, Max, sentado en el suelo con un disfraz de zombie que se le había deshecho.

"¿Qué te pasó?" - le preguntó Sofía.

"Me caí y se me rompió mi disfraz, ahora no puedo seguir pidiendo dulces..." - respondió Max, con lágrimas en los ojos.

"¡No te preocupes!" - dijo Sofía con determinación. "Lulú y yo te podemos ayudar."

Sofía y Lulú se acercaron a Max y le dieron un abrazo reconfortante.

"Vamos a arreglar tu disfraz, no te vas a quedar así..." - agregó Sofía, ya planeando lo que podían hacer.

Con la ayuda de Lulú, Sofía le dio un relook al disfraz de zombie. Usaron algunas hojas de papel, un poco de pintura y, lo más importante, ¡mucha creatividad!"¡Listo! Ahora sos el zombie más genial de la noche!" - exclamó Sofía, una vez que terminaron.

Max sonrió, un brillo de alegría en sus ojos. "¡Gracias, Sofía! ¡Eres la mejor!"

"No hay de qué. Lo importante es que todos disfrutemos juntos, ¡así que vamos por esos chocolates!" - dijo Sofía, y todos rieron felices.

Pasaron el resto de la noche juntos, tocando puertas y compartiendo dulces. Sofía se dio cuenta de que la verdadera magia de Halloween no estaba solo en los disfraces o los dulces, sino en compartir momentos especiales con amigos y ayudar a quienes lo necesitan.

Al volver a casa, Sofía miró a Lulú, que también parecía muy feliz con su disfraz de mariposa.

"Hoy fue una noche increíble, Lulú. ¡El mejor Halloween de todos!" - dijo Sofía, mientras abrazaba a su perra.

Y así, Sofía aprendió que, durante Halloween y todos los días, la amistad y la solidaridad son el mejor disfraz de todos.

FIN.

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