La noche de Halloween y las brujas traviesas



Era una noche oscura y mágica en el pequeño pueblo de Mielandar, donde todos los niños se preparaban para celebrar Halloween. Las calabazas estaban talladas con caras risueñas, y las casas estaban decoradas con telarañas y fantasmas de papel. Sin embargo, no todos en el pueblo estaban de buen humor. En lo alto de una montaña cercana, vivían tres brujas traviesas: Malvina, Nena y Otilia. Aunque eran muy juguetonas, tenían un pequeño problema: a veces, esas travesuras se volvían un poco malvadas.

-Nena, ¿qué tal si hacemos que llueva caramelos esta noche? -propuso Malvina con una sonrisa traviesa.-

-Suena divertido, pero ¿y si alguien se resbala? -dijo Otilia, que siempre pensaba un poco más en las consecuencias.

-¡Ay, pero eso hace que sea más emocionante! -gritó Nena, moviendo su varita mágica.

Así, las brujas decidieron que lanzarían caramelos desde su cueva, sin darse cuenta del revuelo que causarían. Cuando cayó la primera lluvia de dulces, los niños del pueblo salieron corriendo a recogerlos.

-¡Miren, caramelos! ¡Es increíble! -exclamó un niño llamado Toto, llenando su bolsa rápidamente.

Sin embargo, poco a poco, la lluvia de caramelos causó una pequeña confusión: los niños empezaron a empujarse entre sí por los más golosos, creando un alboroto en el pueblo.

Mientras tanto, las brujas observaban desde su cueva.

-Mira lo que hemos provocado -dijo Otilia, un poco preocupada.

-¡Es solo un poco de diversión! -respondió Nena, riendo mientras volaba en su escoba.

Entonces, Malvina tuvo una idea.

-¿Y si hacemos que todos hagan una competencia de disfraces? Así, podrían volver a estar felices y calmados.

Las tres brujas empezaron a mezclar ingredientes en su caldero, decididas a hacer una poción que hiciera aparecer un gran escenario en la plaza central. Con una ráfaga de polvo mágico, un escenario iluminado apareció y las luces comenzaron a brillar.

-¡Atención pueblo! -anunció Malvina desde el escenario, mientras los niños se calman y miran con asombro.- ¡Bienvenidos al concurso de disfraces más increíble de Halloween! -Los niños, emocionados volvieron a sonreír, escuchando las instrucciones del concurso.

-Fue una buena idea, Malvina -dijo Otilia mientras observaba a los niños prepararse para mostrar sus disfraces.

Los infantes empezaron a desfilar, cada uno con trajes más creativos que el anterior. La niña Pirita se disfrazó de hada con alas brillantes, y el pequeño Lucas se vistió de dragón. La risa llenaba el aire.

-¡Yo quiero ser el jurado! -gritó Nena.- Debo decir, aun no aprendimos a ser buenas brujas.

-¿Cómo que no? -contestó Otilia.- Hicimos que se diviertan.

Sin querer, las brujas enseñaron una lección importante a todos: la diversión no tiene que venir a costa de causar problemas.

A medida que los niños se divertían, las brujas decidieron regresar a la cueva, dejando un encantamiento suave que aseguraba que cada año en Halloween el pueblo de Mielandar realizaría un concurso de disfraces.

Y así, cada 31 de octubre, el pueblo celebraba la tradición, recordando el día en que tres brujas traviesas decidieron usar su magia para unir en alegría a todos los niños y aprendieron que las travesuras son más divertidas cuando se comparten. Como resultado, Malvina, Nena y Otilia no eran vistas como las brujas malvadas de la montaña, sino como las brujas traviesas del pueblo que siempre traían una chispa de diversión a cada Halloween.

Fin.

FIN.

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