La noche de Jhon en la montaña



Érase una vez, en un pequeño pueblo de Japón, un niño llamado Jhon. Jhon era un aventurero de corazón y siempre había soñado con escalar la montaña más alta del pueblo.

Una noche, mientras miraba las estrellas desde su ventana, decidió que era el momento perfecto para su aventura. "¡Mañana escalaré la montaña!", exclamó emocionado. Al día siguiente, se levantó temprano, tomó su mochila (llena de bocadillos y una linterna) y se despidió de su mamá.

"¡Jhon, ten cuidado!", le gritó su mamá mientras él se alejaba.

La montaña era imponente, cubierta de árboles verdes y misteriosas sombras. Jhon empezó a subir con energía, acompañado por el canto de los pájaros y el susurro del viento. Pero a medida que ascendía, comenzó a oscurecerse y las sombras se hicieron más grandes.

"Solo son sombras", se repetía Jhon, mientras seguía su camino. Sin embargo, pronto escuchó un sonido extraño: un rugido bajo y profundo.

"¿Qué fue eso?", se preguntó. Estaba un poco asustado, pero recordó el valor que siempre le habían enseñado sus padres.

Cuando llegó a mitad de camino, se encontró con un viejo árbol torcido por el viento. Encima de este, había un pequeño erizo con cara de preocupación.

"Hola, pequeño. ¿Te pasa algo?", le preguntó Jhon.

"¡Sí!", respondió el erizo, asustado. "No puedo volver a mi hogar porque tengo miedo de la oscuridad y el rugido que escuchaste".

Jhon sintió un nudo en su estómago.

"No te preocupes", le dijo tratando de sonar valiente. "Yo estoy aquí. ¿Qué tal si subimos juntos?".

El erizo dudó, pero decidió confiar en Jhon. Así que continuaron juntos, mientras Jhon encendía su linterna para iluminar el camino.

Pero el ruido se hizo más fuerte, y Jhon sintió que su corazón latía rápido. De repente, una sombra grande apareció frente a ellos. Era un enorme oso, que parecía un poco confundido.

"¿Qué hacen aquí?", preguntó el oso en un tono ronco.

"Solo estamos tratando de ayudar a mi amigo el erizo a encontrar su hogar", respondió Jhon con un hilo de voz.

El oso se quedó callado por un momento y luego se rió.

"Si el pequeño erizo tiene miedo, entonces yo lo ayudaré".

Por primera vez, Jhon se sintió aliviado.

"¡Eso sería increíble!", exclamó.

Juntos, el oso, el erizo y Jhon formaron un grupo improbable, avanzando con paso firme. Jhon se dio cuenta de que el rugido que había escuchado no era de un monstruo, sino de un fuerte viento que pasaba entre las rocas.

"¡Esto no es tan aterrador después de todo!", dijo Jhon riendo. Y el erizo se sintió más seguro al saber que tenía a sus nuevos amigos a su lado.

Finalmente, llegaron a un claro donde se podía ver la hermosa vista del pueblo iluminado bajo la noche estrellada.

"¡Miren! ¡Es precioso!", dijo Jhon, maravillado.

"Sí, desde aquí se ve como un mar de luces", dijo el erizo, ya más tranquilo.

El oso sonrió orgulloso de haber ayudado a sus nuevos amigos.

"A veces, lo que parece aterrador solo necesita una buena luz para ser visto como algo hermoso", dijo. Jhon pensó en sus palabras y se dio cuenta de que su miedo había desaparecido.

Después de disfrutar de la vista, Jhon, el erizo y el oso se despidieron. Jhon bajó de la montaña con una nueva confianza, recordando que no estaba solo ni en lo más oscuro de la noche.

Al llegar a casa, su mamá lo abrazó con alegría y él le contó sobre su aventura.

"Nunca olvides que la valentía no significa no tener miedo, sino enfrentar el miedo y ayudar a otros en el camino", le dijo su mamá.

Y así, Jhon aprendió que la amistad, el valor y la luz son las mejores herramientas para enfrentar cualquier desafío. Y cada vez que miraba la montaña, sabía que siempre habría más aventuras por descubrir.

Fin.

FIN.

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