La Noche de la Magia
Era una noche estrellada en el pequeño pueblo de Nublandia, donde las nubes eran esponjosas y blancas, y siempre había un aire de aventura. Las estrellas brillaban como diamantes en el cielo y la luna estaba llena, bañando todo con su luz plateada. Tabita, una niña soñadora de diez años, miraba por la ventana de su habitación, maravillada por la belleza de la noche.
- ¡Oh, cómo me encantaría tener una aventura mágica! - suspiró Tabita, mientras acariciaba a su gato, Mimo.
Al otro lado del pueblo, su mejor amiga, Carla, se encontraba en su jardín, esperando ansiosamente que comenzara la Noche de la Magia, un evento especial que ocurría solo una vez al año.
- ¡Tabita! - gritó Carla, mientras movía la mano, - ¡Vení, ya es hora! ¡La Noche de la Magia está por comenzar!
Tabita salió de su casa corriendo y se unió a Carla en el jardín, donde todas las niñas del pueblo se habían reunido. En el centro, una gran figura de nube luminosa se alzaba.
- ¡Bienvenidas, queridas aventureras! - exclamó la nube, que tenía un rostro simpático formado por destellos de estrellas. - Soy Nebulina, la guardiana de la Noche de la Magia. Esta noche, ¡tendrán la oportunidad de vivir una aventura inolvidable!
- ¡Siiiii! - gritaron todas las niñas a coro.
- Pero hay una misión - continuó Nebulina. - Deben recolectar las estrellas perdidas que han caído a la tierra y devolverlas al cielo. Si lo logran, un deseo se les concederá.
Tabita y Carla se miraron emocionadas.
- ¡Vamos a buscar esas estrellas! - propuso Tabita.
La nube les dio un mapa mágico con el camino a seguir. Y así, comenzaron su aventura. Se adentraron en el bosque, llenas de inquietud y entusiasmo. Mientras caminaban, encontraron obstáculos como un río que cruzar y un árbol caído que bloquearía su camino.
- ¡No podemos rendirnos! - dijo Carla. - Si unimos fuerzas, lograremos superarlo.
- ¡Tenés razón! - respondió Tabita. - Vamos, utilicemos la magia de nuestra amistad.
Juntas, encontraron troncos y piedras para construir un puente y pudieron cruzar el río. Luego, trabajaron en equipo para mover el árbol caído y continuar su búsqueda.
Después de un rato, encontraron su primera estrella, brillando entre las flores.
- ¡Una estrella! - gritó Tabita.
Pero al intentar recogerla, un hada pequeña apareció.
- ¡Espera! - dijo el hada. - Necesito esa estrella para iluminar mi hogar. ¿Pueden ayudarme en lugar de quedársela?
- Claro, ¿cómo podemos ayudarte? - preguntó Carla.
El hada explicó que su hogar estaba en una cueva, alejada de allí, y necesitaba un poco de luz para evitar que se apagase la alegría en su mundo. Tabita y Carla miraron la estrella brillando en sus manos y tomaron una decisión importante.
- Vamos a ayudarte - dijo Tabita.
Caminaron juntas hacia la cueva del hada, enfrentándose a nuevos desafíos, como un sendero cubierto de espinas y un trueno lejano que asustaba al hadita.
Finalmente, llegaron a la cueva y depositaron la estrella.
- ¡Gracias, amigas! - exclamó el hada, que se iluminó con una brillante sonrisa. - A cambio de su bondad, aquí tienen un poco de magia.
El hada sopló en las manos de Tabita y Carla y, ante sus ojos, aparecieron cinco pequeñas luces doradas.
- Estas son estrellas de la ilusión, que les ayudarán a encontrar las demás. No se olviden de seguir su corazón.
Las niñas se despidieron del hada y continuaron con su búsqueda, ahora con más magia y determinación. Recorrieron el bosque, recolectando más estrellas. Cada vez que encontraban una, se llenaban de alegría y gratitud.
Cuando finalmente tuvieron todas las estrellas, regresaron donde la nube luminosa esperándolas.
- ¡Lo hicieron! - dijo Nebulina, y todas las niñas se reunieron alrededor.
- Han demostrado que la amistad y la bondad son más poderosas que cualquier magia. ¿Cuál será su deseo?
Tabita y Carla se miraron con una gran sonrisa, y juntas dijeron:
- ¡Deseamos que todos en Nublandia tengan siempre aventuras mágicas!
Nebulina sonrió, y un arco iris de luz recorrió el cielo.
- ¡Se concederá! - dijo la nube animada. - Y recuerden siempre: la verdadera magia está en sus corazones y en la amistad.
Y así, esa noche en Nublandia se convirtió en un recuerdo inolvidable. Las niñas aprendieron que no solo se trataba de acumular estrellas, sino de ayudar a los demás y trabajar juntas.
Desde entonces, cada Noche de la Magia, ellas son las guardianas de las historias y aventuras, compartiendo con el pueblo sus vivencias y enseñanzas que iluminaron sus corazones como las estrellas del cielo.
FIN.