La Noche de las Brujas y el Gato en la Casa Cómoda



Era una fresca noche de brujas en el pequeño pueblo de Villa Alegría. Las familias estaban ocupadas adornando sus casas con calabazas y telarañas, mientras los niños armaban su disfraz para salir a pedir dulces. En medio del bullicio, había una casa muy especial: la casa cómoda de Doña Clara, una anciana conocida por todos los vecinos por su dulzura y amabilidad. Ella vivía acompañada de su fiel gato, Mielcito.

Mielcito era un gato curioso y travieso, con un pelaje suave como la seda y unos ojos brillantes que parecían entenderlo todo. Esa noche, mientras Doña Clara repartía golosinas a los niños, Mielcito notó algo extraño en el aire. Una brisa suave entró por la ventana, y con ella, un mágico susurro que decía:

"Mielcito, ven acá. Hay algo importante que debes descubrir."

El gato, intrigado, se escapó del abrazo de Doña Clara y salió al jardín. Allí encontró a una pequeña bruja de cabello despeinado y una escoba polvorienta, que parecía estar más asustada que malvada.

"Hola, pequeño gato. Soy Lila, la brujita de la colina. Perdí mi varita mágica y necesito ayuda para encontrarla. Sin ella, mis hechizos no funcionan y no podré disfrutar de la noche de brujas."

Mielcito, que siempre había soñado con tener aventuras, decidió ayudarla.

"No te preocupes, Lila. ¡Juntos encontraremos tu varita! ¿Por dónde comenzamos?"

"Caminemos al bosque. A veces, las cosas desaparecen cuando el viento sopla."

Los dos amigos se adentraron en el bosque, lleno de sombras y luces parpadeantes. A medida que avanzaban, se encontraron con un búho sabio que estaba posado en una rama.

"¿Por qué están tan preocupados, mis pequeños amigos?" preguntó el búho.

Mielcito explicó la situación:

"La brujita Lila ha perdido su varita mágica y necesita encontrarla antes de que termine la noche."

El búho, con su mirada profunda, asintió y les dio un consejo.

"A veces, las cosas se encuentran donde menos lo esperas. Sigue tu corazón y pregúntale al viento, él te guiará."

Con la sabiduría del búho fresco en sus mentes, continuaron su búsqueda. De repente, sintieron una ráfaga que hacía danzar las hojas, y Lila recordó algo importante:

"¡La varita! La dejé en el claro mientras practicaba mis hechizos."

Corrieron hacia el claro y allí, entre flores y luces, encontraron la varita brillante. Lila se llenó de alegría y, al tomarla, una chispa de magia iluminó el aire.

"¡Lo lograste, Mielcito! Gracias a ti, puedo hacer magia otra vez. ¿Puedo ofrecerte un deseo?" dijo Lila sonriendo.

Mielcito, pensando en su amiga Doña Clara, respondió:

"Me gustaría que la felicidad y la dulzura de la casa cómoda nunca se acabaran. Que siempre haya risas y sonrisas."

Lila levantó su varita y, con un suave movimiento, creó una brillante luz en el aire que se extendió por toda Villa Alegría.

"Así será. La alegría y la bondad siempre estarán en la casa cómoda de Doña Clara."

De repente, una lluvia de estrellas comenzó a caer, creando un ambiente de celebración. Mielcito y Lila regresaron a la casa de Doña Clara justo a tiempo para ver a los niños en el jardín, riendo y disfrutando de la noche de brujas.

"¡Miren, ahí están!" Exclamó Lila emocionada.

Juntos, compartieron la alegría de la noche, y aunque Mielcito había tenido una aventura inolvidable, lo más importante había sido el nuevo lazo de amistad creado entre un gato, una bruja y la bondad de Doña Clara.

Desde esa noche, Mielcito siguió explorando el mundo, siempre dispuesto a ayudar, mientras Lila visitaba cada año para abrir un portal mágico en el jardín de la casa cómoda, recordando así que la verdadera magia radica en la amistad y en compartir momentos especiales.

FIN.

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