La Noche de las Hadas
Era una noche mágica en el pequeño pueblo de Valle Verde. Las estrellas brillaban con tanta intensidad que ilimibaban cada rincón. Lucas y Ana, dos amigos inseparables, habían decidido aventurarse al bosque cercano en busca de hadas. Desde hacía tiempo, habían escuchado leyendas sobre unas criaturas que aparecían en las noches de luna llena.
"¿Seguro que vamos a encontrar hadas?" - preguntó Ana, con un brillo de emoción en sus ojos.
"Sí, estoy seguro. He oído que ellas aparecen cerca del arroyo al ver la luna" - contestó Lucas, lleno de entusiasmo.
Los dos chicos se adentraron en el bosque, iluminados solo por la luz de la luna. Mientras caminaban, sus corazones latían rápido de expectativa y un poco de miedo. De repente, escucharon un suave susurro que provenía de un arbusto cercano.
"¿Escuchaste eso?" - dijo Ana, mirando a Lucas con ojos grandes.
"Sí, vamos a ver qué es" - respondió Lucas, decidido.
Acercándose cautelosamente, descubrieron a un grupo de hadas danzando alrededor de una hermosa flor luminosa. Las hadas eran pequeñas, con alas que brillaban como diamantes.
"¡Holas!" - dijo una de las hadas, que parecía la más anciana. "Nos alegra ver a nuevos amigos. ¿Qué los trae al bosque en esta hermosa noche?"
"Buscamos hadas, pero no sabemos mucho sobre ustedes" - respondió Ana, mirando a las hadas con admiración. "¿Podemos quedarnos aquí y aprender?"
Las hadas sonrieron y se miraron entre ellas.
"Claro, pero para aprender sobre nosotras, deben prometer cuidar del bosque y de la naturaleza" - explicó la anciana hada.
Lucas y Ana se miraron y asintieron con firmeza.
"Lo prometemos" - dijeron al unísono, entusiasmados por la aventura que les esperaba.
Y así, las hadas llevaron a los niños a diversos lugares del bosque. Les enseñaron a identificar las diferentes plantas, la importancia de los árboles y cómo cada criatura tiene un rol vital en el ecosistema.
"Sin los árboles, no tenemos aire limpio" - dijo una hada amable mientras señalaba un gran roble. "Y sin las flores, los insectos no pueden polinizar, causando que muchas plantas no crezcan"
Ana y Lucas, fascinados, comenzaron a hacer preguntas sobre todo lo que veían y aprendían. Pero, después de un rato, notaron que las hadas empezaban a verse preocupadas.
"¿Qué sucede?" - preguntó Lucas.
"Una sombra oscura se ha apoderado de nuestra casa en el bosque. Nos está impidiendo hacer nuestra magia" - explicó la anciana hada con tristeza.
"¿Podemos ayudar?" - ofreció Ana, sin dudarlo.
"Sería magnífico, pero deben ser muy cautelosos. La sombra está llena de tristeza y miedo" - advirtió una de las hadas más jóvenes.
Ana y Lucas se miraron y decidieron que tenían que intentarlo. Junto a las hadas, se dirigieron al lugar donde la sombra había aparecido. Allí, encontraron a un pequeño dragón que estaba llorando.
"¿Por qué lloras?" - preguntó Lucas, acercándose con cuidado.
"Porque siempre estoy solo y no tengo amigos. Mi sombra se ha vuelto oscura porque me siento triste" - dijo el dragón entre sollozos.
Ana y Lucas sintieron compasión por el dragón.
"No tienes que estar solo. ¡Nosotros podemos ser tus amigos!" - exclamó Ana.
La idea de tener nuevos amigos hizo que la sombra del dragón empezara a desvanecerse.
"¿De verdad?" - preguntó el dragón, parando de llorar.
"Claro, ¡ven con nosotros! El bosque es un lugar mágico y hay muchas maravillas por descubrir" - animó Lucas.
El dragón, ahora sonriendo, los siguió mientras los demás se unieron a la pequeña fiesta. Las hadas le enseñaron sobre la magia de la amistad y como, juntos, podrían hacer que el bosque fuera aún más especial.
Esa noche, el dragón aprendió a sonreír de nuevo, y las hadas recuperaron su magia.
"Gracias, amigos. Nunca hubiera imaginado que, al compartir mi tristeza, podría encontrar tanta alegría" - dijo el dragón, con el corazón lleno de felicidad.
Los niños y las hadas se despidieron del dragón prometiéndole que volverían a visitarlo.
"Hicieron un buen trabajo mostrando amabilidad y colaboración" - dijo la anciana hada.
"¿Podemos seguir compartiendo nuestras historias y aventuras?" - preguntó Ana, esperanzada.
"Por supuesto. Siempre habrá magia cuando haya amistad" - sonrió la anciana hada, mientras un rayo de luna iluminaba el bosque.
Y así, cada luna llena, Ana y Lucas volvían al bosque, donde las hadas les enseñaban más sobre el amor a la naturaleza y la importancia de cuidar a nuestros amigos.
La lección más valiosa que aprendieron fue que una simple declaración de amistad puede iluminar incluso las sombras más oscuras.
Y así, la historia de esa noche mágica en Valle Verde perduró para siempre.
FIN.