La Noche de las Hadas en el Bosque Brillante



Era una noche mágica en el Bosque Brillante, un lugar donde las estrellas brillaban con más fuerza y las flores susurraban secretos a quien quisiera escuchar. Los niños del pueblo cercano solían visitar el bosque durante el día, pero esa noche, la luna llena iluminaba todo con su luz plateada, y algo especial estaba por suceder.

De repente, un brillante destello de luz apareció entre los árboles. Era Lila, una hada traviesa con alas de colores como el arcoíris.

"¡Hola, niños!" - gritó Lila, volando entre las ramas.

Los niños, sorprendidos y emocionados, se reunieron alrededor de la pequeña hada.

"¿Qué haces aquí, Lila?" - preguntó Lucas, el más pequeño del grupo.

"Esta noche es la Noche de las Hadas, y vamos a tener una fiesta mágica. ¡Todos están invitados!" - respondió Lila con una sonrisa.

Los niños se miraron entre sí, llenos de alegría. No todos los días se podía asistir a una fiesta de hadas en el bosque.

"¡Qué emocionante!" - gritó Ana. "¿Qué vamos a hacer en la fiesta?".

"Habrá juegos, música y muchas sorpresas. Pero hay una condición: cada uno de ustedes debe traer un objeto de alegría para compartir con los demás. ¿Qué les parece?" - explicó Lila.

Los niños comenzaron a pensar en lo que podían llevar. Alberto decidió llevar su tambor, mientras que Sofía pensó en sus coloridos dibujos. Todos estaban entusiasmados con la tarea.

Después de un rato, los niños se encontraron de nuevo en un claro del bosque, llevando sus objetos.

"¡Miren!" - dijo Alberto emocionado, haciendo sonar su tambor. "Esto traerá ritmo a la fiesta".

"Y yo traje mis dibujos para que todos vean lo que un artista puede hacer" - dijo Sofía, mostrando sus obras con orgullo.

Lila sonrió y, con un suave movimiento de su varita, hizo que los objetos de los niños flotaran en el aire, llenando el claro con una luz brillante.

"Ahora, por favor, compartan sus objetos y cuenten por qué eligieron cada uno. Vamos a llenar este bosque de alegría juntos" - dijo Lila.

Cada niño tomó su turno. Lucas explicó cómo su pelotita de papel simbolizaba los mejores momentos que compartió jugando con sus amigos. Ana mostró una pequeña flor que había recogido del jardín de su abuela, explicando que siempre le recordaba a los días felices en familia. El espíritu de generosidad llenó el aire.

Pero de repente, una sombra oscura apareció en el borde del claro. Era Morfeo, el hada de la tristeza, conocido por llevar melancolía donde quiera que fuera.

"¿Qué hacen aquí? Esto es un desperdicio de tiempo. La tristeza es lo único real" - dijo Morfeo, cruzándose de brazos.

Los niños se sintieron un poco asustados, pero Lila voló hacia él con valentía.

"¡Morfeo!" - exclamó. "Esta es una noche de felicidad y alegría. Los niños están aquí para compartir lo bueno que tienen en sus corazones".

"¿Compartir? No veo la necesidad de eso. La tristeza es más fácil de sentir" - respondió Morfeo, notablemente incómodo.

"A veces la tristeza llega, pero también podemos elegir cómo sentirnos frente a ella" - explicó Sofía, tomando la mano de su amiga. "Hoy decidimos ser felices, y así lo haremos. Te invito a que compartas también algo de alegría con nosotros".

Los ojos de Morfeo brillaron un momento, como si una pequeña chispa de luz comenzara a formarse en su interior.

"No sé…" - murmuró.

"Sólo prueba" - dijo Lucas animado. "Cuéntanos algo que te haga feliz. Puede ser un buen recuerdo o una simple risa".

Morfeo dudó un momento, pero viendo la calidez en los ojos de los niños, un pequeño brillo apareció en su rostro.

"Llevo tanto tiempo sintiéndome así que olvidé lo que es ser feliz... Una vez… una vez jugué entre flores y reí con otros seres del bosque. Era… era lindo" - confesó Morfeo, casi en un susurro.

"¡Eso es!" - dijo Lila volando alrededor de él. "Recuerda ese momento y compártelo con nosotros".

Como si una magia invisible lo tocara, Morfeo sonrió por primera vez en mucho tiempo.

"Está bien. Tal vez… pueda intentarlo" - dijo con un tono ya más alegre.

Así, el hada de la tristeza se unió a la fiesta, y juntos comenzaron a compartir risas, cantos y bailes bajo la luz de la luna. Morfeo, poco a poco, se fue llenando de alegría, recordando que la felicidad también puede ser parte de uno mismo.

El bosque vibraba con risas y música, y aquella noche mágica se convirtió en una lección de amistad y diversidad emocional para todos. Al final la fiesta terminó en una explosión de estrellas brillantes, mientras los niños prometieron regresar al bosque y seguir compartiendo alegría.

"¡Hasta la próxima noche mágica!" - gritaron los niños, despidiéndose de Lila y Morfeo.

Y cada vez que los habitantes del pueblo escuchaban las historias sobre esa noche, recordaban que compartir y abrir el corazón puede transformar tristezas en alegrías.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!