La Noche de las Luces Perdidas



Era una noche de luna llena en el tranquilo pueblito de Valleverde. Los niños del lugar estaban entusiasmados por la celebración del Festival de las Luces, un evento anual donde las familias decoraban sus patios con farolitos de papel que iluminaban el cielo estrellado. Pero este año, algo extraño había comenzado a suceder: varios farolitos habían desaparecido misteriosamente.

La valiente Sofía, junto con su mejor amigo Tomás, decidió investigar lo que estaba ocurriendo. Se armó de una linterna y un cuaderno donde anotarían todas las pistas que encontraran.

"¿Te imaginas que haya un ladrón de farolitos?" -preguntó Tomás, con los ojos bien abiertos.

"No sé, Tomás. Pero no podemos dejar que arruinen el festival. Vamos a descubrir quién está detrás de esto" -respondió Sofía con determinación.

Los dos amigos comenzaron su aventura recorriendo el pueblo. Preguntaron a los vecinos, pero nadie sabía nada. Hasta que se encontraron con el viejo Don Pedro, el guardián del faro.

"Hola, chicos. ¿Qué los trae por aquí en esta noche?" -les preguntó Don Pedro, con una sonrisa.

"Estamos buscando los farolitos que han desaparecido, Don Pedro. ¿Sabe algo sobre eso?" -le dijo Sofía.

"He visto luces extrañas en el bosque en las últimas noches. Tal vez deberías ir a investigar allí" -sugirió.

Sin pensarlo dos veces, Sofía y Tomás se dirigieron hacia el bosque. Mientras caminaban, la luna iluminaba su camino y los árboles parecían susurrar secretos.

"¿Y si hay un monstruo escondido?" -dijo Tomás, temeroso.

"No hay monstruos, solo sombras. Debemos ser valientes" -lo alentó Sofía.

Al llegar al centro del bosque, se encontraron con un claro donde una extraña luz brillaba. A medida que se acercaban, descubrieron a un grupo de pequeños duendes que jugaban con los farolitos desaparecidos.

"¡Esos son nuestros farolitos!" -exclamó Sofía.

"¿Por qué los han tomado?" -preguntó Tomás, sorprendiendo a los duendes.

"Nosotros solo queríamos divertirnos. Cada año, el festival es muy aburrido para nosotros y queríamos agregar un poco de diversión" -respondió uno de los duendes, llamado Lito.

Sofía y Tomás se miraron, entonces Sofía tuvo una idea.

"¿Y si nos ayudan a armar un espectáculo en el festival? Así todos pueden divertirse y ustedes también".

"¡Eso suena genial!" -respondió Lito, saltando de alegría.

Los duendes aceptaron la propuesta y junto a Sofía y Tomás comenzaron a preparar un espectáculo de luces en el que combinarían los farolitos de papel con destellos de luz mágica. El día del festival, el pueblo entero quedó maravillado con el espectáculo.

"¡Nunca había visto algo así!" -dijo Doña Marta, mirando asombrada.

"Es mágico, como un cuento de hadas" -agregó el pequeño Nicolás, con su boca abierta.

Al final de la velada, la gente aplaudió con entusiasmo y Sofía y Tomás sonrieron felices al ver a los duendes disfrutar junto a ellos.

"Gracias, chicos. Nunca habíamos tenido tanta diversión" -dijo Lito, antes de regresar al bosque.

"Nosotros también aprendimos que a veces hay que compartir y trabajar juntos" -respondió Sofía.

Desde aquel día, los duendes y los habitantes de Valleverde se hicieron amigos. Cada año, el festival era más alegre y divertido, y los farolitos nunca más desaparecieron, porque se habían encontrado nuevas formas de intercambiar alegría y magia en la comunidad.

Así, Sofía y Tomás aprendieron que el miedo puede transformarse en enciendas cuando se trabaja en equipo y se comparte la diversión. Y en Valleverde, cada vez que llegaba el Festival de las Luces, no solo brillaban los farolitos, sino también la amistad.

FIN.

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