La noche de las luciérnagas en la orilla del río


Había una vez en un pequeño pueblo a la orilla de un río, cuatro amigos llamados Juan, Marta, Pedro y Sofía. Les encantaba explorar juntos los alrededores del pueblo y siempre estaban en busca de nuevas aventuras.

Una noche, mientras paseaban por la orilla del río, escucharon unos ruidos extraños que provenían de la otra orilla. Intrigados, decidieron cruzar el puente para investigar.

Al llegar al otro lado descubrieron que se trataba de una bandada de pájaros nocturnos volando sobre el agua. - ¡Qué increíble espectáculo! -exclamó Marta maravillada. - Nunca había visto algo así -dijo Juan con asombro. Los amigos se quedaron observando durante un buen rato hasta que los pájaros desaparecieron en la oscuridad.

Fue entonces cuando notaron algo inusual en el agua: destellos brillantes que parecían guiñarles desde lo profundo del río. - ¿Qué será eso? -preguntó Pedro señalando hacia el agua. - ¡Vamos a verlo más de cerca! -propuso Sofía emocionada.

Sin dudarlo, los cuatro amigos se quitaron los zapatos y se adentraron en el río siguiendo los destellos brillantes. A medida que avanzaban, descubrieron que eran luciérnagas danzando sobre la superficie del agua.

- ¡Es mágico! -exclamó Juan con una sonrisa en el rostro. Encantados por la belleza de aquel espectáculo natural, los amigos decidieron seguir a las luciérnagas rio abajo.

La corriente los llevaba suavemente mientras las luces parpadeantes iluminaban su camino en medio de la oscuridad de la noche. De repente, escucharon un estruendo proveniente de arriba: era una cascada que caía majestuosamente formando un arco iris bajo la luz de la luna. - ¡Esto es increíblemente hermoso! -exclamó Marta emocionada.

- Nunca olvidaré esta noche tan especial junto a ustedes -dijo Pedro con gratitud mirando a sus amigos.

Los cuatro amigos siguieron flotando rio abajo hasta llegar a una pequeña isla en medio del río donde decidieron descansar y contemplar juntos aquella maravillosa experiencia vivida esa noche. Se abrazaron felices sabiendo que tenían unos a otros para compartir momentos inolvidables como ese.

Y así, entre risas y complicidad, Juan, Marta, Pedro y Sofía aprendieron que las mejores aventuras no siempre están lejos o requieren grandes planes; a veces solo hace falta estar dispuestos a dejarse llevar por la magia del momento presente y disfrutar plenamente de la compañía y amistad verdadera.

Y fue así como aquella noche en el río se convirtió en uno de los recuerdos más preciados que guardarían por siempre en sus corazones.

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