La Noche de las Sombras
Era una oscura noche en un pequeño pueblo de Texas, donde la luna se ocultaba tras nubes amenazantes. Cada año, los habitantes de la ciudad se preparaban para la terrible ‘Noche de las Sombras’. Durante esa noche, se permitían todas las travesuras y se dejaban de lado las reglas. Nadie sabía del todo de dónde había salido esta tradición, pero todos la respetaban, como si fuera un ritual sagrado.
Los niños, con sus cuchillos de madera y escopetas de juguete, hacían planes para salir a la calle al caer el sol. Este año, el grupo de amigos, conformado por Lucas, Sofía y Mateo, estaban particularmente ansiosos.
– ¿Qué haremos esta vez? – preguntó Sofía, con una sonrisa traviesa.
– Vamos a buscar el antiguo faro, se dicen cosas raras de allí – respondió Lucas, mirando hacia el horizonte.
Con una linterna en mano, los tres amigos decidieron aventurarse. Una vez en la playa, el faro se asomaba como una sombra gigante, con su luz titilando en lo alto. Esa noche, el aire estaba impregnado de misterio.
Mientras se acercaban, de repente escucharon un ruido extraño.
– ¿Escucharon eso? – dijo Mateo, visiblemente asustado.
– No seas miedoso, es solo el viento – lo animó Sofía, aunque ella misma sentía un escalofrío. Todos se miraron unos a otros, pero su curiosidad era más fuerte que el miedo.
Cuando llegaron al faro, la puerta estaba entreabierta. Lucas se atrevió a empujarla con la mano. Al abrirse, el sonido de los chirridos reverberó en la noche. Adentro, todo estaba cubierto de telarañas y polvo.
– ¡Qué miedo! – exclamó Mateo, y comenzó a retroceder.
– No pasa nada – dijo Sofía en tono desafiante – solo son historias para asustar a los chicos.
Mientras inspeccionaban el lugar, notaron una extraña luz proveniente del segundo piso. Sofía, con su inagotable valentía, subió las escaleras, seguida a regañadientes por Lucas y Mateo. Al llegar al segundo piso, el ambiente cambió. Las luces parpadeaban y se escuchaban murmullos que llenaban el aire.
– Esto no me gusta – murmuró Lucas, temblando.
Pero Sofía los instó a seguir adelante. Cuando llegaron a una habitación al final del pasillo, encontraron un viejo diario sobre una mesa. Era el diario del antiguo guardián del faro, que hablaba sobre la Noche de las Sombras. Había relatos de los desafíos y las dificultades que la gente había enfrentado en la noche mágica, pero también secretos sobre el valor y la amistad.
De repente, las luces se apagaron y los amigos se encontraron en la oscuridad. Un ruido fuerte resonó. El miedo se apoderó de ellos, pero Sofía recordó las palabras del diario sobre la amistad.
– ¡Chicos, no tengamos miedo! – gritó – ¡juntos somos más fuertes!
Decidieron tomar de la mano y unirse, y con cada paso que daban, el ruido se alejaba. Al final, el destello lumínico del faro comenzó a resplandecer nuevamente. La calma regresó a la habitación. Ahí fue cuando se dieron cuenta de que la verdadera magia de esa noche no eran las travesuras, sino la unión y el coraje que compartían.
Al salir del faro, el sol comenzaba a asomarse en el horizonte. La Noche de las Sombras había perdido su terror y se convirtió en algo mágico.
– ¿Sabés qué, amigos? Este año, hemos aprendido algo valioso – dijo Lucas sonriendo.
– Sí, la verdadera aventura siempre está acompañada de buenos amigos – respondió Sofía.
– ¡Y eso es lo más bonito de la vida! – exclamó Mateo.
A partir de aquel momento, decidieron que todos los años, en lugar de temerle a la Noche de las Sombras, celebrarían su amistad y su valentía, recordando que en misiones compartidas los miedos siempre son más pequeños. Y así, la leyenda del faro de Texas se transformó en un hermoso recuerdo para los tres amigos, que aprendieron a enfrentar sus temores con amor y unidad.
FIN.