La noche de los broches perdidos



Era una noche oscura y estrellada en la pequeña ciudad de Villa Colorida, donde los habitantes eran conocidos por sus excentricidades, especialmente los amigos Juanito y Lila. Juanito era un niño soñador, y su hermana Lila, una inquieta exploradora, siempre tenían planes locos para pasar las noches. Esta vez, decidieron pasar la noche en el dormitorio de Lila, donde tenían una extraña tradición: buscar el broche de oro que les había regalado su abuela.

- Lila, ¿no te parece que deberíamos hacer algo emocionante esta noche? , preguntó Juanito.

- ¡Sí! Busquemos el broche en el coche de papá! puede que se haya caído ahí la última vez que fuimos de paseo, respondió Lila entusiasmada.

Sin dudarlo, ambos se calzaron las zapatillas y salieron sigilosamente hacia el coche, que estaba estacionado en el patio. Era un coche de color rojo brillante, tan atractivo como un caramelo, pero a la vez, un poco misterioso por la noche.

- ¡Mirá! El coche parece tener sombras raras, dijo Juanito con un tono de voz asustado.

- No tengas miedo, hermano. ¡Vamos a buscar el broche! , le respondió Lila mientras abría la puerta del coche.

Se subieron y comenzaron a revisar los rincones del vehículo, moviendo asientos y buscando debajo de las alfombrillas. El primer cambio de planes ocurrió cuando en lugar de encontrar el broche, descubrieron un montón de cosas raras: un dinosaurio de plástico, una galleta que ya no podía ser identificada y hasta un sombrero de payaso.

- ¡Pero qué raro! Esto no es lo que esperábamos encontrar, exclamó Lila mientras sacaba el sombrero de su cabeza, haciéndose ver bastante cómica.

- ¡Aceptemos que hay que pedir un favor! Necesitamos ayuda, dijo Juanito con aire de sabio.

- No, espera. ¿Y si me pones el gorro nuevo que compré y me hago pasar por la guardiana del dormitorio? Con esa magia quizás encontremos el broche, sugirió Lila divertida.

Juanito no podía contener la risa y, al instante, Lila se colocó el sombrero de payaso, haciéndose una mueca graciosa.

- ¡A la cuenta de tres! gritó Juanito, que ahora también estaba emocionado por la idea.

- Una, dos, ¡tres! - gritaron juntos, y así, comenzaron a actuar en el coche, tratando de llamar la atención del broche.

Eso causó un gran revuelo: las luces del coche comenzaron a brillar un poco de más, y hasta parecía que el asiento de atrás se sacudía un poco al ritmo de su —"magia" . Era tan gracioso que ambos se tiraron al suelo de la risa y empezaron a bailar. En ese momento de locura, ¡zaz! el broche dorado apareció de la nada, brillando en el asiento!

- ¡Mirá, Lila! - grito Juanito emocionado. ¡El broche! ¡Lo encontré!

- ¡Es verdad! ¡El broche estaba escondido! - respondió Lila. Ahora solo había que esperar a que el coche dejara de sacudirse.

Ya más calmados, ambos miraron en los alrededores del coche y se dieron cuenta de que sus papás estaban en la ventana, riendo al ver a sus hijos llenos de alegría.

- ¡Hola papá! ¡Mirá lo que encontramos! - dijo Juanito, mientras sostenía el broche, gritando desde el coche.

- ¡Muy bien, chicos! - gritó su papá, haciendo un gesto con la mano como para aplaudir. - Pero tenemos que cortar esta fiesta, es tarde, tienen que ir a la cama.

- ¡Perdón, no sabíamos que nos habíamos pasado de la hora! - exclamó Lila.

Los dos amigos, riendo aún con su locura y provocando las carcajadas de sus padres, regresaron a su dormitorio bajo la luz de la luna.

- Siempre hay que buscar un poco de diversión en cada situación, Juanito, le dijo Lila al cerrar la puerta.

- Sí, y si perdemos algo, podemos pedir un favor a la creatividad para ayudar a encontrarlo, respondió Juanito.

Con ese nuevo pensamiento en sus corazones, se acomodaron para dormir, mientras el broche de oro descansaba con ellos, recordándoles que a veces lo mejor es reír y disfrutar juntos, incluso en la noche más oscura.

FIN.

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