La Noche de los Disfraces Locos



Era una fresca tarde de octubre en el colegio de Santa Ana de Cuenca. Los alumnos de infantil y primaria estaban emocionados porque se celebraba Halloween. Cada uno había elegido su disfraz: algunos eran momias, otros brujas, zombis o vampiros. El salón de clases estaba lleno de risas, gritos y carcajadas mientras los niños mostraban sus trajes.

"Miren mi disfraz, soy una momia!" - exclamó Mateo, envuelto en vendas blancas como un verdadero faraón.

"¡Yo soy una bruja!" - dijo Valentina, moviendo su sombrero puntiagudo mientras lanzaba algún que otro hechizo.

Mientras tanto, en la sala de profesores, los maestros Luis, Carmen, Andrés y Pepe se estaban dejando llevar por el espíritu festivo. Pero de repente, un rayo de locura se apoderó de ellos.

"¿Y si llevamos a los niños a nuestras casas a seguir la fiesta?" - sugirió Luis, riéndose de su propia ocurrencia.

"¡Sería genial!" - dijo Carmen, mientras hacía sonar su escoba."Podríamos hacer una fiesta de Halloween increíble."

"¡Sí!" - agregó Andrés, "Con muchas golosinas y juegos."

"¿Qué?" - preguntó Pepe, mirando a sus compañeros con un brillo extraño en los ojos. "¡Vamos a hacer algo inesperado!"

Los profesores comenzaron a actuar raros, como si estuviesen hechizados. Los niños, al ver sus comportamientos, se preocuparon. Pronto, algunos empezaron a susurrarse entre ellos.

"¿Están bien nuestros profes?" - preguntó Sofía, con un leve temblor en su voz.

Justo en ese momento, el director, el Sr. Gómez, entró al salón.

"¿Qué está pasando aquí?" - preguntó, notando la atmósfera extraña.

"¡Los profes se quieren llevarnos!" - gritaron los niños al unísono.

El Sr. Gómez se rió y dijo:

"No se preocupen, esto no es más que una broma de Halloween. Pero, ¿qué pasaría si los cambiamos de lugar? Así que los niños van a ser los profesores por un rato. ¡Vamos a divertirnos!"

Los niños miraron entusiasmados y comenzaron a elaborar un plan.

"Yo seré la profesora de matemáticas!" - dijo Mateo, levantando la mano.

"Y yo de artes plásticas, ¡haré que todos pinten monstruos!" - agregó Valentina emocionada.

En cuestión de minutos, los niños estaban al mando, enseñando a los profesores a hacer manualidades de Halloween y contando historias de miedo.

"¡Las momias tienen que moverse así!" - dijo Mateo, tratando de guiar a Luis, que se hacía pasar por su 'alumno'.

"¡Y ahora hagamos una danza de zombis!" - agregó Valentina, mientras todos trataban de imitar a un zombi.

La risa llenó el aula y los maestros, en vez de estar preocupados, comenzaban a divertirse al ver la creatividad de sus alumnos. Juntos, aprendieron a no temer lo desconocido, sino a abrazarlo con alegría. Los niños demostraron que un poco de locura puede resultar en muchas sonrisas.

Al final del día, el director aplaudió la iniciativa de los niños:

"¡Bravo! Hoy aprendimos que no hay que tener miedo a lo extraño ni a lo diferente. A veces, la locura puede convertirse en diversión y alegría."

Todos volvieron a sus casas riendo, dejando atrás el miedo y llevándose en el corazón una gran lección sobre la creatividad y la unión. La Noche de Halloween en el colegio de Santa Ana se transformó no solo en una fiesta de disfraces, sino en un recuerdo inolvidable. Y así concluyó un día en que los niños enseñaron a los adultos la importancia del juego, la alegría y el sentido de comunidad.

FIN.

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