La Noche de los Fuegos Mágicos



Había una vez un niño llamado Mateo que estaba muy emocionado por pasar el fin de año en la casa de su abuela. Siempre disfrutaba de las reuniones familiares y de jugar con su tía y sus primos.

Pero esta vez, había algo especial que le esperaba. Cuando llegó a la casa, se encontró con Jonas, el perro de su tía.

Era un perrito pequeño y juguetón, pero tenía miedo de los ruidos fuertes, especialmente cuando tiraban juegos pirotécnicos. Mateo notó esto y decidió ayudarlo. "Hola Jonas", dijo Mateo acariciando al perro detrás de las orejas. "No te preocupes, estaré aquí para cuidarte cuando los fuegos artificiales comiencen".

La noche del 31 de diciembre finalmente llegó. La familia estaba reunida en el jardín para celebrar la llegada del nuevo año. Las luces brillantes iluminaban el cielo mientras los fuegos artificiales estallaban con colores vibrantes. Jonas temblaba cada vez que escuchaba un estruendo fuerte.

Pero Mateo se mantuvo cerca de él todo el tiempo, envolviendo sus brazos alrededor del asustado perrito. "Tranquilo Jonas", susurró Mateo dulcemente. "Estoy aquí contigo".

Mateo sabía lo importante que era para Jonas sentirse seguro y protegido en ese momento tan aterrador para él. Decidió hacer algo aún más especial: sacó una bolsita llena de premios para perros. "Mira Jonas", exclamó mientras sacudía la bolsita frente a él.

"Si te portas valiente y no tienes miedo, ¡te daré un premio!". El perrito miró a Mateo con sus ojitos brillantes y decidió que iba a intentar ser valiente.

A medida que los fuegos artificiales continuaban, Jonas se daba cuenta de que no le pasaba nada malo cuando explotaban en el cielo. Con cada explosión, su temor disminuía. "¡Muy bien Jonas!", exclamó Mateo emocionado. "Eres muy valiente".

Después de la última explosión de fuegos artificiales, todos regresaron a la casa para disfrutar de una deliciosa cena preparada por la abuela. Mateo llevó a Jonas con él y le dio el premio prometido. "Aquí está tu merecido premio", dijo Mateo mientras acariciaba al perro felizmente. "Has sido el más valiente de todos".

Jonas movió su cola rápidamente y lamió la mano de Mateo como muestra de gratitud. Desde ese día en adelante, Jonas ya no tenía tanto miedo a los ruidos fuertes porque sabía que siempre habría alguien cerca para protegerlo.

Mateo aprendió una gran lección sobre el amor y la compasión hacia los animales ese fin de año. Aprendió que incluso las criaturas más pequeñas pueden necesitar nuestro apoyo y afecto cuando están asustadas.

Y lo más importante, aprendió que su amor podía hacer una diferencia en la vida de otro ser vivo. Desde entonces, Mateo siempre estuvo dispuesto a ayudar a otros animales asustados o necesitados.

Y cada vez que veía un juego pirotécnico iluminando el cielo, recordaba a Jonas y sonreía, sabiendo que había hecho una diferencia en su vida.

FIN.

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