La noche de los guardianes



Había una vez tres amigos llamados Juan, Fede y Mati. Les encantaba salir de aventuras y explorar nuevos lugares juntos. Un día, decidieron dar un paseo en auto por la ruta durante la noche.

La luna brillaba en el cielo estrellado mientras conducían con emoción. De repente, algo cruzó rápidamente frente al auto. Era un perro pequeño que parecía asustado. Juan frenó bruscamente para evitar lastimarlo y los tres amigos se bajaron del auto preocupados.

- ¡Ay no! El perro desapareció - exclamó Fede, mirando a su alrededor desconcertado. Mati se acercó a Juan y le dijo: "No te preocupes, seguramente se escondió detrás de algún arbusto".

Decidieron buscarlo en la oscuridad con sus linternas en mano. Caminaron despacio, buscando entre los árboles y matorrales cercanos. Pero no había rastro del perro. - Parece que nos ha dado esquinazo - dijo Juan con tristeza.

Justo cuando estaban a punto de rendirse, escucharon un ladrido proveniente de un campo cercano. Corrieron hacia allí y encontraron al perro jugando felizmente con otros animales. - ¡Lo encontramos! - gritaron emocionados los amigos al ver que el perro estaba bien.

El dueño del campo salió a recibirlos y les explicó que el perro solía escaparse con frecuencia pero siempre volvía sano y salvo a su hogar. Agradecido por haberlo encontrado nuevamente, les ofreció una recompensa como muestra de gratitud.

- No necesitamos ninguna recompensa, lo importante es que el perro está a salvo - dijo Mati con una sonrisa. El dueño del perro quedó impresionado por la generosidad de los amigos y les invitó a pasar un rato en su granja.

Les mostró a sus otros animales y les contó historias fascinantes sobre cómo cuidarlos adecuadamente. Después de ese día, Juan, Fede y Mati se hicieron amigos del dueño del campo y comenzaron a visitarlo con frecuencia.

Aprendieron mucho sobre la importancia de cuidar y respetar a los animales. Comenzaron a difundir mensajes educativos en su escuela sobre la protección animal y organizaron eventos para recaudar fondos destinados a refugios locales.

Su amistad con el dueño del campo también les enseñó el valor de ayudar desinteresadamente. Descubrieron que cuando haces algo bueno por los demás sin esperar nada a cambio, las recompensas llegan por sí solas en forma de amistades duraderas y experiencias gratificantes.

Desde aquel día, los tres amigos nunca dejaron pasar una oportunidad para hacer el bien. Siempre estaban dispuestos a ayudar a quien lo necesitara, ya sean personas o animales.

Y aunque esa noche no encontraron al perro perdido, descubrieron un nuevo propósito en sus vidas: ser buenos samaritanos y promover un mundo lleno de amor y compasión hacia todos los seres vivos. Y así, Juan, Fede y Mati continuaron su camino juntos como verdaderos héroes que inspiraban cambios positivos en quienes encontraban en su camino.

FIN.

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