La Noche de los Misterios en la Montaña



Era un día común en el que amigos de la escuela decidieron hacer una excursión a la montaña. Thiago, Jeremías, Israel, Nicol, Sebastian y Jhon estaban emocionados y llevaban sus mochilas llenas de provisiones y juegos. El sol brillaba y todo parecía perfecto.

"¡Miren cuán alto está el sol! No creo que tengamos problemas", dijo Sebastian mientras se subía a una roca.

"¡Sí! Vamos a trepar y descubrir nuevas aventuras", agregó Jhonn.

Pero la tarde fue pasando y se empezaron a alejar del camino. Cuando quisieron volver, se dieron cuenta de que ya no conocían el camino. Era hora de regresar, pero todo parecía diferente bajo la luz de la luna.

"Ehh... no sé bien para dónde tenemos que ir", comentó Israel, algo asustado.

"No se preocupen, lo resolveremos juntos", dijo Nicol con voz firme.

Comenzaron a caminar, pero a medida que avanzaban, comenzaron a escuchar ruidos extraños. Un viento frío soplaba a sus espaldas, y las sombras en los árboles parecían cobrar vida. De repente, escucharon un susurro:

"¿Me han encontrado?"

"¿Quién está ahí?" gritó Jeremías, con un nudo en la garganta.

"Soy el Eco de la montaña. He estado aquí por siglos", dijo una voz suave y misteriosa.

Los amigos se miraron nerviosos y se dieron cuenta de que debían ser valientes.

"¿Qué quieres de nosotros?" preguntó Jhon, intentando mantener la calma.

"He estado observando cómo los humanos olvidan cuidar de la naturaleza. Quiero que comprendan lo importante que es cuidar el medio ambiente", respondió el Eco.

En ese momento, un rayo de luz iluminó el sendero que llevaban. Se encontraron con residuos y plásticos que habían dejado algunos excursionistas.

"¡Miren! Tendríamos que recoger esto para ayudar a la montaña", sugirió Thiago.

Los amigos miraron a su alrededor, y a pesar del miedo, comenzaron a recoger los desechos. Mientras lo hacían, el Eco fue contándoles historias de cómo la montaña había sido un lugar vibrante, lleno de vida.

"Las flores, los animales, todos tienen un papel en este ciclo. Un pequeño cambio puede hacer una gran diferencia", les explicó.

Después de un rato, el lugar se transformó. Las sombras ya no parecían tan aterradoras y los ruidos extraños se convirtieron en cantos de aves que despertaban al amanecer.

"¡Lo logramos!", exclamó Israel, con una sonrisa en su rostro.

Entonces, el Eco habló nuevamente:

"Los he observado y sé que tienen en su corazón el deseo de cuidar. Recuerden siempre pensar en el impacto de sus acciones, por pequeñas que sean. Pero ahora, deben regresar a casa."

Los chicos se sintieron más seguros y siguieron el sendero que el Eco les había indicado. En el camino, hablaron sobre todo lo aprendido.

"Nunca pensé que podría haber algo tan interesante detrás del miedo que sentíamos", comentó Nicol.

"Y de lo importante que es mantener nuestro mundo limpio", añadió Jeremías.

Finalmente, llegaron a la base de la montaña justo cuando el sol comenzaba a salir, iluminando el cielo con colores brillantes.

"Fue una experiencia única", dijo Jhon, todavía asombrado.

"Sí, pero también nos enseñó a nunca dejar de cuidar nuestro planeta", concluyó Sebastian.

Y así, los amigos volvieron a casa con una historia para contar y un nuevo compromiso: cuidar de la naturaleza con el mismo amor que la montaña les había mostrado aquella mágica noche.

Desde entonces, cada vez que se encontraban, hacían un esfuerzo por limpiar su entorno y hablar con otros sobre la importancia de cuidar el planeta. Habían aprendido que, a veces, los momentos más oscuros pueden traer las lecciones más brillantes.

FIN.

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