La Noche de los Pequeños Héroes
Era una noche de Halloween, y en el barrio de la calle Dulce, los niños estaban emocionados y listos para salir a pedir caramelos. Entre ellos estaban Sofía, Tomi, y Lucas. Sofía había decidido vestirse de bruja, Tomi de superhéroe y Lucas de un monstruo amistoso.
"¡Miren mis alas! Soy el mejor héroe de todos!" - exclamó Tomi, mientras mostraba su capa roja.
"Yo creo que con este sombrero y mi escoba, seré la mejor bruja de la noche" - rió Sofía, dando vueltas para mostrar su disfraz.
"¿Y qué hay de mí?" - preguntó Lucas, haciendo un gesto divertido con sus garras de monstruo "Soy el mejor amigo de todos los que tocan a mi puerta".
Eran un grupo lleno de energía, así que decidieron salir juntos en busca de dulces. Mientras recorrían el barrio, el espíritu de Halloween llenaba el aire. Las casas estaban decoradas con telarañas, calabazas iluminadas y luces intermitentes.
Al llegar a la casa de Doña Ana, la anciana del barrio, notaron que su puerta no estaba decorada y se veía un poco oscura.
"¡Vamos a tocar!" - dijo Sofía, decidida.
Tocaron la puerta y una vez se abrió, encontraron a Doña Ana sentada en su sillón.
"¡Hola, niños! ¿Buscan caramelos?" - preguntó amablemente.
"Sí, señora Ana, ¡pero queremos preguntarle por qué no tiene adornos para Halloween!" - contestó Lucas.
Doña Ana sonrió y respondió:
"Oh, queridos, me encanta Halloween, pero desde que mi marido falleció, no he tenido ganas de decorarlo, aunque siempre me alegran la visita de los niños".
Los niños se miraron entre sí, y Sofía tuvo una idea.
"¿Y si ayudamos a Doña Ana a decorar su casa? Así también podrá sentir el espíritu de Halloween".
"¡Sí, eso sería genial!" - exclamó Tomi, alzando los brazos.
Sin pensarlo dos veces, comenzaron a buscar en sus mochilas. Sofía sacó unas calabazas de papel que había traído para la noche, Tomi buscó algunas hojas de colores que había recolectado en el parque y Lucas, que también era un poco artista, comenzó a dibujar fantasmas en una hoja grande.
"Juntemos todo y hagamos una decoración espectacular" - dijo Lucas, entusiasmado.
Mientras los pequeños hacían su magia, Doña Ana los observaba emocionada. En pocos minutos, la casa comenzó a transformarse, y cuando terminaron, parecía lista para una fiesta. Calabazas pintadas, hojas por el suelo, y en la puerta, sus fantasmas dibujados brillaban.
"¡No puedo creerlo! ¡Está hermoso!" - dijo Doña Ana con los ojos brillantes.
Los niños sonrieron, listos para salir a recoger más dulces, cuando Doña Ana les dijo:
"Yo tengo algo para ustedes también".
Sacó de su bolsa un paquete entero de caramelos.
"Estos son para mis pequeños héroes".
Los ojos de los niños brillaron de felicidad, pero Sofía, que había tenido una idea brillante, dijo:
"¡Se los compartimos! Todos los niños del barrio deben disfrutarlos".
Doña Ana asintió, conmovida, mientras los niños decidieron hacer una ronda por las casas para invitar a todos a compartir la fiesta.
"¡Qué gran idea, Sofía!" - exclamó Tomi.
Ya no solo eran los tres amigos en la aventura, comenzaron a llamar a todos los demás niños. Pronto, la calle se llenó de risas, dulces y sobre todo, alegría. Todos juntos hicieron una celebración en el garaje de Doña Ana, quien se sintió parte de la comunidad nuevamente.
Al final de la noche, los niños aprendieron que el verdadero espíritu de Halloween no solo se trata de caramelos, sino de compartir momentos de alegría y ayudar a los demás.
"¡Esto fue lo mejor de Halloween!" - dijo Lucas, satisfecho con su monstruosa triunfada.
"Al año que viene haremos una fiesta juntos nuevamente, pero ¡con más adornos!" - propuso Sofía.
Y así, en lugar de hacer una simple recolección de dulces, los pequeños héroes de Halloween transformaron por completo su noche, aprendiendo el valor de la amistad y la generosidad.
Desde entonces, cada Halloween en la calle Dulce no solo era un motivo para pedir caramelos, sino una celebración de comunidad y alegría.
FIN.