La Noche de los Regalos Perdidos
En un pequeño pueblo rodeado de montañas, la gente se preparaba para celebrar la Navidad. Las calles estaban adornadas con luces brillantes y el aire olía a galletas recién horneadas. Sin embargo, este año había algo diferente: los regalos comenzaron a desaparecer justo antes de la nochebuena.
Un grupo de amigos, compuesto por Valen, una niña curiosa y valiente; Tomi, el más bromista del grupo; y Lía, la más sensata, decidieron investigar el misterio.
"¿Cómo pueden desaparecer tantos regalos?", preguntó Valen mientras se miraban entre ellos.
"Puede que sea un ladrón de Navidad", bromeó Tomi, riendo.
"O algo más extraño. Debemos averiguarlo", dijo Lía con determinación.
Los tres amigos se adentraron en el bosque cercano, donde se rumoreaba que vivía un extraño ser que solo aparecía en esta época del año. Con una linterna en mano, comenzaron a buscar pistas en la nieve.
De repente, encontraron un camino cubierto de huellas que los llevó a una cueva. Con un nudo en el estómago, Valen contuvo la respiración.
"No estoy tan seguro de querer entrar ahí", murmuró Tomi, ahora más serio.
"Pero tenemos que hacerlo. Es nuestra única esperanza", respondió Lía, empujando a sus amigos a adentrarse.
Dentro de la cueva había cientos de regalos amontonados. Los presentaron en perfectas condiciones exceptuando un solo regalo que estaba un poco desgastado.
"¿Por qué están aquí todos estos regalos?", se preguntó Valen en voz alta.
"¡Miren!" Exclamó Tomi señalando en la esquina de la cueva.
"Es un gnomo", susurró Lía.
El gnomo, pequeño y con una larga barba blanca, tenía una mirada triste.
"Hola, pequeños. He estado recolectando regalos porque olvidé cómo compartir. Quería tenerlos todos para mí", explicó el gnomo, con una voz temblorosa.
"¿Pero por qué? La Navidad se trata de compartir y de dar", dijo Valen con empatía.
"Lo sé, lo sé. Pero un día recibí un regalo muy especial que nunca compartí y ahora estoy solo. Quería volver a sentir eso, pero me he dado cuenta que no es lo correcto", admitió el gnomo, bajo la atenta mirada de los niños.
Los amigos miraron a su alrededor y vieron que el gnomo había hecho un esfuerzo por crear un lugar mágico, pero era evidente que no era lo que él verdaderamente deseaba.
"Podemos ayudarte a repararlo, ¡siempre y cuando liberes los regalos!", propuso Lía.
"¡Sí! Te enseñaremos cómo compartir de verdad", agregó Valen.
El gnomo asintió.
"Está bien, quiero aprender a compartir y a hacer nuevas amistades. También quiero ayudar a hacer que la Navidad de todos sea especial", dijo el gnomo, con una nueva chispa de esperanza en sus ojos.
Así, los tres amigos y el gnomo trabajaron juntos. Decoraron la cueva, llenaron los regalos con dulces y sorpresas, y hicieron una gran fiesta para todos en el pueblo. La noticia se extendió, y el pueblo pronto se llenó de risas y alegría.
"¡Esto es lo que realmente significa la Navidad!", gritó Tomi mientras jugaban con los niños en la cueva iluminada.
"Gracias por enseñarme eso", dijo el gnomo, sonriendo felizmente.
La noche de Navidad llegó y los niños del pueblo, junto al gnomo, distribuyeron los regalos a cada hogar. En lugar de sentirse triste por no tener todo para sí mismo, el gnomo se sintió más feliz que nunca por haber compartido alegría.
"¡Feliz Navidad!", gritaron todos, llenando el aire de risas y música.
Y así, en aquel pequeño pueblo, todos aprendieron que el verdadero espíritu de la Navidad no está en recibir, sino en compartir y disfrutar juntos. El gnomo se convirtió en un querido amigo de todos y cada año, junto a Valen, Tomi y Lía, organizaban la Navidad más bonita que el pueblo jamás había visto.
FIN.