La Noche de los Sueños Perdidos
Santi y Milo eran dos hermanos inseparables. Vivían en una casita llena de risas y travesuras en un pintoresco barrio de Buenos Aires. Santi, el mayor, era un niño lleno de energía y travesuras, mientras que Milo, el menor, lo seguía a todas partes, adorando cada uno de sus juegos. Aunque se querían mucho, Santi tenía un pequeño problema: ¡le costaba muchísimo irse a dormir!
Cada noche, al sonar la campana de la cena, los padres de Santi y Milo siempre decían:
"¡A la cama ya, chicos! Mañana tienen que levantarse temprano para ir a la escuela."
Pero Santi hacía caso omiso y respondía con una sonrisa traviesa:
"¿Dormir? ¡Pero si esta noche es perfecta para jugar!"
Milo siempre lo miraba con los ojos brillantes, deseando no separarse de su hermano. Jadear y correr por la casa era más divertido que cualquier sueño.
Una noche, mientras sus padres estaban en la cocina preparando un postre de dulce de leche, Santi tuvo una idea brillante.
"Milo, ¿y si hacemos una fiesta de pijamas aquí mismo en nuestra habitación?" le susurró emocionado.
"¡Sí, pero solo si mamá nos deja!" respondió Milo, con la esperanza de que la respuesta fuera positiva.
"No se enterarán. Lo prometo", dijo Santi mientras ideaba los planes.
Así que prepararon su habitación: sacaron almohadas, mantas y una linterna que habían escondido. Su fiesta de pijamas era todo un éxito, hasta que el cansancio comenzó a hacer su efecto. Mientras Santi seguía contando historias fantásticas, Milo se iba quedando dormido poco a poco.
De repente, Santi escuchó un ruido. Miró por la ventana y vio el cielo estrellado.
"¡Milo, despertate! Mira cuántas estrellas hay esta noche. Debemos contarlas."
"No se puede contar así... hay demasiadas," dijo Milo con la voz soñolienta.
"Entonces, hagamos un juego: cada estrella que veamos, debemos darle un nombre."
Santi comenzó a señalar y nombrar las estrellas.
"Esa es Estrellina, ¡y esa otra es Panqueque!" decía, mientras Milo sonreía y gemía en su intento de no dormirse.
Pero el cansancio fue más fuerte. Milo se quedó dormido mientras Santi miraba por la ventana.
A la mañana siguiente, cuando despertaron, Milo encontró a Santi con un brillo en sus ojos.
"Milo, ¡tuvimos la fiesta de pijamas más genial! Pero, ¿sabes qué? No dormí nada."
"¿Y ahora?" le preguntó Milo, aún con sueño.
"Quiero ir a buscar a los sueños perdidos que se fueron mientras jugábamos y no dormimos."
"¿Cómo hacemos eso?" questionó Milo, medio confundido.
"¡Sencillo! Preguntaremos a los búhos! Siempre saben todo. Vamos al parque."
Así que los hermanos se pusieron en camino al parque, listos para encontrar a los búhos. Cuando llegaron, encontraron un búho sabio que estaba posado en una rama.
"Señor Búho, ¡ayúdenos! Queremos recuperar nuestros sueños que se perdieron anoche," pidió Santi.
"¿Y por qué se perdieron?" preguntó el búho con voz profunda.
"Porque no dormimos y nos quedamos jugando."
El búho soltó una pequeña risa.
"Los sueños sólo llegan a quienes están listos para recibirlos. Todo tiene su momento, muchachos. ¿No les gustan los cuentos?"
"¡Sí!" gritaron en coro.
"Entonces, esta noche cuéntense historias hasta que Morfeo llegue. Eso les traerá los sueños para que puedan jugar mientras duerman."
Fascinados, Santi y Milo regresaron a casa y prometieron hacer las cosas de diferente manera. Esa noche, Santi puso en práctica el consejo del búho. Se sentaron juntos en la cama y comenzaron a contar historias de aventureros y tesoros escondidos. Justo cuando Milo comenzaba a quedarse dormido, un suave susurro llenó la habitación; los sueños danzaban alrededor de ellos, llenando el aire con magia.
Desde esa noche, Santi aprendió que los sueños son importantes, y aunque le encantaba jugar, a veces también era necesario descansar. Con la ayuda de su hermano, descubrió que podía tener aventuras incluso en sus sueños.
Con el tiempo, Santi ya no dudó en irse a la cama porque sabía que cada sábado su hermano y él tendrían una nueva aventura que contar juntos antes de dormir.
Así, Santi y Milo se convirtieron en los mejores aventureros de sus propios sueños, viviendo historias mágicas cada noche, porque aprender a dormir era solo otro capítulo de su vida llena de amor y travesuras.
FIN.