La Noche de los Sustos y las Risas
Era una noche oscura y estrellada en el tranquilo barrio de Villa Sonrisas. Los niños estaban ansiosos, porque era la noche de los sustos y las bromas, una tradición que los llenaba de emoción cada año. Los amigos, Sofía, Lucas, Emma y Mateo, habían planeado toda la semana cómo harían reír y asustar a los demás.
"Este año, tengo un disfraz de fantasma que hará temblar a cualquiera!" - dijo Sofía con una gran sonrisa.
"Y yo me voy a disfrazar de monstruo de las galletas, ¡no podrán creerlo!" - exclamó Lucas entusiasmado.
"Yo tengo un plan para una broma épica con gelatina y un juguete de araña" - agregó Emma.
"No se olviden de la broma del agua, ¡es infalible!" - intervino Mateo.
Así fue como los cuatro amigos se dividieron para preparar sus sorpresas. **Sofía** se fue a la casa de su abuela, donde había una colección de manteles viejos que podía usar para su disfraz. **Lucas** buscó galletas por toda su casa, mientras que **Emma** se convirtió en la experta traumatóloga de gelatina. **Mateo** decidió que el agua fría sería su aliado esa noche.
Cuando llegó la noche, los niños se reunieron en el parque del barrio. El aire estaba impregnado de la alegría de Halloween. Los columpios chirriaban y las luces de las casas decoradas parpadeaban.
"¿Están listos para asustar y reír?" - preguntó Mateo, con su disfraz de zombie. Todos rieron y asentían con la cabeza.
"A partir de ahora, ¡que comiencen los juegos!" - dijo Sofía.
Primero, Sofía se escondió detrás de un árbol con su disfraz de fantasma. Cuando los grupos de niños pasaban, ella saltaba.
"¡Boo!" - gritó. Todos saltaban, pero luego de un segundo, caían en la risa al ver su manto blanco y arrugado.
"¡Qué buen susto, Sofía!" - rió Lucas.
Después fue el turno de Lucas. Mientras algunos estaban mirando hacia el cielo, de repente, un monstruo de galletas apareció.
"¡Soy el monstruo de las galletas, ¡denme sus galletas o sufrirán!" - dijo con una voz tremendamente divertida. La gente no podía parar de reír.
Pero Emma, astuta como siempre, tenía un truco bajo la manga.
"Con el derecho a asustar, ¡presento mi gelatina!" - anunció, y dejó caer la gelatina roja al suelo, también con una araña de plástico que salió disparada.
"¡Aaaah! , ¡una araña!" - gritó uno de los niños, antes de reírse al darse cuenta de que era de juguete.
Finalmente, Mateo estaba preparado con balones de agua. Se ocultó detrás de un arbusto y luego apareció gritando:
"¡Sustos de agua!" - y ¡pum! Bombas de agua volaron por todas partes. Todos los niños comenzaron a correr, riendo y riendo.
Pero el giro inesperado sucedió cuando un grupo de vecinos curiosos llegó, amigos de los padres de los chicos. Creyendo que había un verdadero momento de terror, empezaron a gritar:
"¿Qué está pasando aquí?"
Los niños se miraron con preocupación, temiendo que se acabara su noche divertida de miedo. Sin embargo, Sofía, veloz y astuta, decidió actuar:
"¡No se asusten! Solo es una noche de bromas. ¡Por favor, únete a nosotros!" - dijo con entusiasmo.
Los vecinos, al darse cuenta de que todo era parte del juego, empezaron a reír y a unirse. Rápidamente se armó una partida de bromas, donde todos participaban, creando un ambiente de alegría y diversión. La noche terminó con todos en círculo riendo, contando historias de miedo y compartiendo dulces, cada uno más divertido y espeluznante que el anterior.
"No hay nada más divertido que compartir momentos como estos" - dijo Lucas.
"¡Sí! ¡Y aprender a divertirnos juntos!" - agregó Emma.
Esa noche, los niños no solo crearon risas y miedos divertidos, sino que también se dieron cuenta de que compartir alegría y diversión convierte lo cotidiano en algo extraordinario. Y así, la noche de los sustos y las risas se convirtió en una linda tradición para todos en Villa Sonrisas.
FIN.