La noche de los susurros
Había una vez un pequeño pueblo llamado Susurrantia, conocido por sus noches silenciosas y sus estrellas brillantes. Sin embargo, en una de esas noches, una brisa misteriosa comenzó a recorrer las calles y los habitantes empezaron a escuchar susurros extraños.
Un grupo de niños, liderados por una valiente niña llamada Sofía, decidió investigar lo que estaba ocurriendo. "No podemos quedarnos aquí escuchando esos ruidos raros. ¡Vamos a descubrir de dónde vienen!" - dijo Sofía con determinación.
Sus amigos, Lucas, que siempre cargaba una linterna, y Ana, quien tenía una curiosidad infinita, la siguieron. "Espero que no sea nada peligroso" - dijo Lucas un poco nervioso, mientras encendía la linterna. "¡No hay nada que temer!" - respondió Ana entusiasmada.
Los niños recorrieron el pueblo hasta llegar al bosque que estaba justo al borde. Cuando entraron, los susurros se hicieron más fuertes: "¡Ayuda!", perseguido por una sombra que se movía entre los árboles.
"¿Escucharon eso?" - susurró Ana, temblando. "Podría ser alguien en problemas" - sugirió Sofía. Sin pensarlo dos veces, los niños decidieron seguir el sonido, sintiendo el latido de la aventura en sus corazones.
Avanzaron hasta un claro donde encontraron a un pequeño duende sentado sobre una roca, cubierto de hojas. "¡Ayudenme!" - decía entre sollozos. Los niños se acercaron con cuidado. "¿Qué te pasa?" - preguntó Sofía. "Me he perdido en la oscuridad y no puedo encontrar el camino a casa" - respondió el duende, con ojos grandes y llenos de lágrimas.
"No te preocupes, nosotros te ayudaremos" - prometió Lucas, quien se sentía más valiente ahora. "Pero primero, ¿puedes contarnos cómo llegaste aquí?" - inquirió Ana.
El duende dió un suspiro profundo y les contó cómo había estado jugando con sus amigos en el bosque, cuando se adentró demasiado y perdió su rumbo. "Siempre es bueno tener cuidado al explorar" - reflexionó Sofía.
Los niños decidieron guiar al duende de regreso, pero mientras caminaban, los susurros se intensificaron. "No podemos detenernos ahora, no perderemos al duende" - dijo Sofía, mientras el viento parecía jugar con su cabello.
Finalmente, después de buscar y buscar, llegaron a un pequeño claro iluminado por la luz de la luna. Allí, el duende pudo ver a sus amigos llamándolo. "¡Allí están!" - gritó emocionado, pero antes de irse, se volvió hacia los niños. "Gracias por su ayuda. Ustedes son verdaderos amigos"
Justo cuando el duende se despidió, los susurros comenzaron a cambiar. Ya no eran quejas ni lamentos, sino risas llenas de felicidad que llenaban el aire. Sofía y sus amigos se dieron cuenta de que los susurros eran solo el eco de la alegría de los duendes jugando en el bosque.
"¡Vieron! No era nada de qué preocuparse" - dijo Sofía, aliviada. "A veces, lo que nos asusta puede tener una explicación simple si nos atrevemos a investigar".
A partir de esa noche, los niños aprendieron que el miedo muchas veces es solo la falta de conocimiento. Se hicieron amigos de los duendes y cada semana exploraban el bosque, compartiendo risas y aventuras.
Y así, la noche de los susurros pasó de ser una historia de miedo a convertirse en una leyenda de amistad, valentía y descubrimiento, recordando a todos que hay belleza en lo desconocido si estamos dispuestos a descubrirla.
FIN.