La Noche del Asado Mágico



Era una hermosa noche en el campo. Las estrellas brillaban como nunca, y la luna llenaba el cielo con su luz plateada. Los amigos de la aldea se reunieron alrededor de un gran fogón para disfrutar de una cena especial: un asado. Entre ellos estaban Tobi, el más pequeño, que siempre tenía algo curioso que preguntar, y Valen, quien era el cocinero del grupo.

-Los asados son geniales, Valen, ¿cómo haces para que siempre salgan tan ricos? -preguntó Tobi, con sus ojos bien abiertos.

Valen sonrió y respondió:

-Es un secreto, Tobi. Cada vez que cocino, le cuento historias a la carne. Las historias vienen del corazón, y creo que la carne escucha y se vuelve especial.

Todos se reían y disfrutaban de la compañía, pero lo que Tobi no sabía era que esa noche sería diferente. Al dar el primer mordisco al asado, algo mágico sucedió. De repente, el fogón comenzó a brillar más intensamente.

-Tobi, mirá! -gritó Valen, señalando las llamas danzantes.

A medida que las llamas giraban, empezaron a formar figuras. Un inmenso elefante apareció en el aire, saltando entre chispas.

-Wow, ¡es increíble! -dijo Tobi, asombrado.

-Y eso no es todo -respondió Valen-. La magia de esta noche no solo es por el asado. Esta noche, cada historia que compartamos con el fogón se hará realidad.

-Tengo una idea -dijo Ana, una de sus amigas, levantando la mano.

-¿Qué tal si contamos la historia de cómo viajamos por el cielo y visitamos a los planetas?

Los amigos asintieron con entusiasmo. Así, comenzaron a relatar su gran aventura:

-Hacía mucho tiempo, en una noche estrellada, unos amigos viajaron en una nube de algodón. Primero, llegaron a Mercurio, donde le hicieron una carrera a los rayos del sol.

-Y luego fuimos a Venus, donde conocimos a las flores más hermosas del universo -continuó Valen.

-Pero cuidado, ¡no se olviden de Marte! -gritó Tobi, sin poder contener su emoción.

-Y sí, en Marte hicimos un pique con los marcianos -agregó Ana entre risas.

Mientras contaban su historia, las llamas del fogón reaccionaban a cada palabra, llenando el aire con destellos coloridos. Pero, de repente, se apagaron abruptamente.

-¿Qué pasó?

-¡No sé! -respondió Valen, un poco preocupado.

-Podemos encenderlo de nuevo. Solo necesitamos un buen cuento -dijo Tobi, con confianza.

Todos se miraron unos a otros, y Valen se rascó la cabeza.

-¿Y si contamos una historia que nunca hayamos dicho antes?

-Tobi, ¿tienes alguna? -le preguntó Ana.

-Eh… no, pero puedo inventar una.

-¡Hagámoslo juntos! -exclamó Valen.

Así que, mientras la luna observaba de cerca, Tobi comenzó su historia:

-En un bosque encantado, donde todos los animales hablaban, un pequeño pájaro quería aprender a volar alto.

-¡Sí! Y el pájaro le pidió ayuda a su amigo el ciervo -añadió Ana.

-Luego estaban los dragones que le enseñaron a no tener miedo -dijo Valen.

Con cada palabra, las llamas empezaron a parpadear, y un brillo surgió en el fogón. De repente, el pájaro comenzó a volar majestuosamente, cruzando el cielo estrellado.

Y así, Tobi continuó, intercalando ideas que sus amigos sumaban, creando una narración única.

Hasta que, por fin, el fogón volvió a cobrar vida.

-Llegamos al fin del cuento y… ¡el pájaro pudo volar! -gritó Tobi con alegría.

-¡Bravo! -exclamaron todos, y comenzaron a aplaudir.

Las llamas del fogón se iluminaron con fuerza, formando un hermoso espectáculo de luces. El cielo estaba lleno de aves de fuego que danzaban sobre sus cabezas, llevando el mensaje de amistad y alegría.

-Les dije que las historias tienen poder -dijo Valen, sonriendo.

Desde aquella noche, los amigos aprendieron que, juntos, podían crear magia simplemente con sus palabras. Cada vez que se reunían alrededor del fogón, contaban nuevas historias, y la amistad se fortalecía aún más.

Y así, bajo la luz de la luna, el asado nunca dejó de ser especial, porque cada historia que se contaba añadía un nuevo sabor a su vida.

Fin.

FIN.

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