La Noche del Krampus



En un pequeño pueblo rodeado de montañas nevadas, se acercaba la noche del 5 de diciembre. Los niños, emocionados por la llegada de la Navidad, hacían planes para dejar galletitas y leche para Papá Noel. Pero entre las risas y el bullicio, había un grupo de niños que no se comportaban muy bien. Entre ellos estaba Lucas, un niño travieso que siempre se metía en líos.

Una tarde, mientras jugaban en el parque, Lucas dijo:

"¡No creo en el Krampus! Esa es una historia para asustar a los más pequeños".

Sus amigos, algo asustados, lo miraron y respondieron:

"Pero, Lucas, ¿y si es verdad? Hay que portarse bien, o sino...".

"No me importa, no tengo miedo de una leyenda".

Esa noche, mientras todos estaban en sus camas, Lucas se quedó despierto, burlándose de la idea de que el Krampus pudiera aparecer. Ya pasada la medianoche, el sonido de cadenas resonó por la calle.

"¡Qué broma!", murmuró Lucas, asomándose por la ventana. Fue entonces cuando vio la figura oscura del Krampus que caminaba por las calles.

Su corazón dio un vuelco.

"¡No puede ser! ¡Es real!" -exclamó, retrocediendo rápidamente hacia su cama.

Al día siguiente, todos los niños se levantaron con la emoción de la Navidad. Pero Lucas estaba preocupado, sin poder dejar de pensar en el Krampus. En el colegio, su amiga Clara notó su inquietud y le preguntó.

"¿Qué te pasa, Lucas? Parecés un fantasma".

"Vi al Krampus anoche y no sé qué hacer. Quizás debería cambiar mi manera de ser".

"No estaría mal, Lucas. Puedo ayudar a que te portes mejor. ¡Hagamos una lista de cosas buenas para hacer esta semana!".

Así, los dos se pusieron a trabajar. Comenzaron ayudando a los vecinos, recogiendo basura en el parque y visitando a un hogar de ancianos, brindando compañía y cantando villancicos. Cada día, Lucas se sentía más feliz al ver la felicidad de los demás.

Una noche, todavía nervioso, pero más decidido a comportarse bien, se preguntó:

"¿Y si el Krampus viene a llevarme?".

Clara le contestó:

"Si sigues ayudando y compartiendo alegría, estoy segura de que no lo hará. ¡Tenés que creer en la bondad!".

Por el contrario, los niños que nunca ayudaron a nadie, que se peleaban o hacían enojar a sus padres, sí estaban inquietos esa noche. Al llegar el 6 de diciembre, varios de ellos desaparecieron sin explicación. La leyenda del Krampus había cobrado vida.

Los niños que se habían esforzado por ser buenos fueron recompensados con sorpresas de Navidad, mientras que los que continuaban portándose mal sentían el peso del miedo.

Poco después, apareció el Krampus.

Con su aspecto aterrador, buscaba a Lucas.

"He venido por el que no cree en el espíritu de la Navidad" -dijo, con una voz profunda. Pero Lucas, ya con el corazón cambiado, se acercó.

"¡Yo he cambiado! He ayudado y sé que la bondad es más fuerte que el miedo. No quiero ir contigo al inframundo, Krampus, quiero vivir y hacer el bien".

El Krampus, sorprendido por la valentía y la evolución de Lucas, decidió hacer una pausa.

"¿De veras crees que la bondad puede más que mi oscuridad?".

"Sí!"

Lucas, un niño que alguna vez había desafiado la leyenda, ahora estaba ofreciendo una luz de esperanza.

El Krampus quedó conmovido.

"Entonces, sigue haciendo el bien y recuerda: ser bueno jamás es una broma. ¡Feliz Navidad, Lucas!".

Con eso, el Krampus desapareció, y Lucas volvió con sus amigos, con un alma renovada y dispuesto a celebrar la Navidad como nunca.

Así, la historia del Krampus se convirtía en una lección sobre el valor de ser bueno y compartir alegría, y desde ese día, todos en el pueblo entendieron que la verdadera magia de la Navidad se encuentra en el amor y la bondad hacia los demás.

FIN.

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