La Noche del Pequeño Fantasmino
En un pequeño pueblo, donde las estrellas titilaban como si estuvieran jugando, había una casa abandonada que todos decían que estaba llena de fantasmas. Pero no era un fantasma cualquiera; era un pequeño fantasmino llamado Lúcio. Lúcio era un fantasma muy especial porque solo quería hacer amigos. Sin embargo, a pesar de su buen corazón, todos los chicos del pueblo les tenían miedo.
Cierto día, mientras caía la tarde y el sol empezaba a ocultarse, un grupo de niños salió a jugar en el parque. Ellos hablaban de lo aterradores que eran los fantasmas. Entre risitas y murmullos, uno de los niños, Tomi, dijo: -“¡Yo no le tengo miedo! ¡Si veo a un fantasma, le haré una bombita! ”-.
Sus amigos se rieron y decidieron hacer una competencia: -“¿Quién se atreve a acercarse a la casa del fantasmino? ”-.
Unos minutos más tarde, el grupo se acercó a la misteriosa casa. La puerta chirrió al abrirse, y el viento sopló, como si la casa estuviera respirando. Adentro, todo estaba cubierto de polvo y telarañas. Juguetes viejos y libros olvidados estaban esparcidos por todo el lugar. De pronto, un susurro suave como un canto de sirena llenó el aire: -“Hola, hola, ¿hay alguien ahí? ”-.
Los niños se miraron asustados y todos gritaron: -“¡Es un fantasma! ”-. Fue entonces que Lúcio apareció, flotando suavemente, con su pequeño rostro risueño y su cuerpo blanco como una nube. -“¡No! No tengan miedo! Soy Lúcio, un fantasmino y solo quiero jugar! ”- dijo, moviendo sus brazos.
Los niños no estaban seguros de qué hacer. Al principio, se escondieron detrás de un arbusto. Pero Tomi, que era muy valiente, asomó su cabeza y preguntó: -“¿De verdad solo quieres jugar? ”-.
- “¡Sí! ¿No ven que tengo una pelota de luz? ”- respondió Lúcio, mostrándoles una esfera brillante que flotaba a su alrededor. -“Puedo hacer que brille aún más, solo si me prometer que jugaremos juntos”-.
Los niños, intrigados, empezaron a acercarse. Tomi dijo: -“Bueno… solo si prometes no asustarnos”-. Lúcio rió y prometió: -“¡No asustaré a nadie! ¡Juguemos! ”-.
Entonces, comenzaron a jugar a pasarse la pelota de luz. Lúcio hacía que la pelota brillara más y más, y los niños reían y disfrutaban mientras corrían en la casa. Pero de repente, un viento fuerte se escuchó. La ventana se abrió de golpe y Lúcio se asustó: -“¡Oh no! ¡El viento! ”-.
Los niños se preocuparon: -“¿Qué pasa, Lúcio? ”-.
- “El viento hace que las sombras se muevan y algunos chicos se asustan. Yo no quiero que se vayan por mi culpa”-. Lúcio parecía triste.
Así que Tomi y sus amigos decidieron ayudarlo. -“¡Contemos un cuento! ”- propuso uno de los niños. Lúcio, emocionado, dijo: -“¡Me encanta eso! ¡Cuenten uno sobre un dragón valiente! ”-.
Mientras contaban la historia, las sombras comenzaron a calmarsi los niños se reían y se divertían, y Lúcio brillaba con su luz alegre. Al final del cuento, todos se sintieron tan bien que se olvidaron completamente de su miedo.
Fue entonces que Lúcio, con una sonrisa muy grande, les dijo: -“Gracias por ayudarme a disipar a las sombras. Ustedes son mis amigos, ¿pueden volver a jugar mañana? ”-.
Los niños aceptaron encantados: -“¡Sí, siempre volveremos, Lúcio! ”-. Así, Lúcio ya no era el fantasma que asustaba a los niños, sino un amigo especial con el que podían jugar y reír.
Desde ese día, el pequeño fantasmino y los niños del pueblo formaron un lazo de amistad. Ahora, la casa que alguna vez estuvo vacía se llenó de risas y juegos, demostrando que a veces, las cosas que parecen espantosas al principio, pueden ser maravillosas si les damos una oportunidad. Y así, cada noche, el cielo se iluminaba con la luz de la pelota de Lúcio y la alegría de la amistad, mostrándoles a todos que el amor es más fuerte que el miedo.
Los chicos aprendieron que no hay que juzgar a las personas (o fantasmas) por su apariencia, y que abrir el corazón es el primer paso para hacer grandes amigos. Y desde entonces, en el pequeño pueblo, todos esperaban con ansias a que llegara la noche para jugar con el pequeño Lúcio, el fantasma que se convirtió en su mejor amigo.
FIN.