La Noche en la Patagonia



Había una vez dos hermanos llamados Juan y Ana que decidieron aventurarse en la Patagonia para explorar su belleza natural. Empacaron sus mochilas con todo lo que necesitaban y partieron temprano en la mañana.

Después de caminar durante horas, se dieron cuenta de que se habían perdido en medio del bosque. La noche estaba cayendo y no tenían idea de cómo regresar al campamento base. "¿Y ahora qué hacemos, Juan?" -preguntó Ana preocupada. "No lo sé, Ana.

Pero no podemos quedarnos aquí afuera toda la noche. Debemos buscar un refugio donde podamos pasarla seguros" -respondió Juan tratando de mantener la calma.

Caminaron un poco más y encontraron una cueva pequeña que parecía segura para pasar la noche. Se acurrucaron juntos para mantenerse calientes mientras esperaban a que amaneciera. A medida que pasaba el tiempo, los hermanos comenzaban a sentir hambre y sed.

Sabían que tenían que encontrar agua pronto o estarían en problemas graves. "Juan, tengo tanta sed" -dijo Ana con voz débil. "Lo sé, hermana. Pero tenemos que seguir avanzando hasta encontrar agua potable" -respondió Juan determinado a no perder las esperanzas.

Finalmente llegaron a un arroyo cristalino donde pudieron saciar su sed y llenar sus botellas de agua limpia. También encontraron algunos frutos silvestres para comer antes de continuar su camino hacia el campamento base.

Después de varios días caminando por el bosque, finalmente lograron llegar al campamento donde fueron recibidos con aplausos y abrazos de sus amigos y familiares. "¡Lo logramos, Ana! ¡Volvimos a casa!" -exclamó Juan emocionado. "Sí, gracias a ti hermano.

Nunca perdí la fe en que podríamos hacerlo juntos" -respondió Ana sonriendo con lágrimas en los ojos. Desde ese día, los hermanos aprendieron que nunca debían rendirse ante las adversidades y siempre debían confiar el uno en el otro para superar cualquier obstáculo que se les presentara.

FIN.

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