La Noche en la Plaza Boyacá



Era una calmada y oscura noche en el barrio de La Paternal. Julián y Mateo, dos chicos de diez años, decidieron salir a explorar la plaza Boyacá, que quedaba cerca del famoso club de Argentinos Juniors. Habían escuchado historias sobre cosas extrañas que sucedían cuando caía la noche, pero estaban demasiado emocionados como para dejarse asustar.

"¿Viste? El colegio Santa María parece más misterioso de noche", dijo Julián mientras caminaban.

"Sí, pero a nosotros no nos da miedo. Vamos a la plaza y después podemos mirar la cancha", respondió Mateo, dándole un golpecito en el hombro.

Los chicos llegaron a la plaza, iluminada solo por la tenue luz de un farol. El viento soplaba y las hojas de los árboles susurraban. De repente, escucharon un ruido extraño, como risas lejanas.

"¿Escuchaste eso?", preguntó Julián, ligeramente nervioso.

"Puede ser solo el viento", intentó calmarlo Mateo, aunque él mismo estaba un poco inquieto.

Decidieron aventurarse más adentro de la plaza. Mientras caminaban, se dieron cuenta de que había algo raro en el ambiente. Las sombras parecían moverse y el aire se tornaba más frío.

"Vamos a jugar un rato, ¿te parece? Un partido en la cancha", sugirió Mateo, tratando de distraerse.

"Sí, pero en la cancha no hay nadie. Mejor juguemos aquí, entre los árboles", propuso Julián, mirando a su alrededor.

Así que comenzaron a jugar y a hacer ruido, olvidándose del extraño eco de las risas. Pero de pronto, una bola de fútbol apareció rodando hacia ellos desde la oscuridad.

"¿De dónde salió eso?", preguntó Julián, mirando con temor hacia la sombra.

"No lo sé, pero no voy a dejar que me asuste", exclamó Mateo, corriendo hacia la bola para patearla de vuelta, aunque dudaba en el fondo de su corazón.

Cuando la pateó, no sólo la bola volvió a rodar, sino que un grupo de sombras surgió de entre los árboles. Eran otros chicos, pero sus ojos brillaban de manera extraña, un brillo que no era común en los ojos de los niños de la plaza.

"Bienvenidos al juego de la noche", dijeron al unísono, sonriendo de una forma escalofriante.

"¿Qué juego?", preguntó Julián, ya sintiéndose un poco más asustado.

"El juego en el que nunca podemos perder", contestó uno de los chicos, haciendo un gesto hacia el fondo de la plaza.

Mateo y Julián, con el corazón latiendo rápido, se miraron. Sabían que debían hacer algo para salir de aquella situación.

"Escuché historias de que los jugadores de la cancha de Argentinos Juniors son los mejores. ¿Quieren jugar un partido contra nosotros?", sugirió Mateo, intentando ganar tiempo.

"¿Los de Argentinos Juniors?", preguntó uno de los chicos curiosamente, olvidando su postura amenazante.

"Sí, todos creemos que sus habilidades son mágicas. Tal vez, si nos ganan, nos dejen ir", dijo Julián con astucia.

Intrigados por el desafío, los chicos de las sombras aceptaron, y así, el juego comenzó. A medida que la noche avanzaba, los chicos de Julián y Mateo mostraron habilidades con el balón que nunca habían sabido que tenían. El partido era intenso, con un ambiente cada vez más tenso mientras competían.

"¡Vamos! ¡Tenemos que ganar!", gritó Julián mientras hacía un pase increíble a Mateo.

"¡Voy! ¡No dejaré que nos atrapen!", respondió Mateo, lanzándose tras la pelota.

En un giro inesperado, lograron anotar un gol. Las sombras, desconcertadas, no pudieron creerlo. Quizás los dos chicos de la Paternal no eran tan normales como parecían.

"¡No! Eso no puede ser posible", gritaron las sombras al unísono.

"Ahora que hemos ganado, ¿están listos para dejar que nos vayamos?", preguntó Mateo, sintiéndose más valiente.

Los chicos de las sombras se miraron entre sí y, después de haberse reído, asintieron. Sorprendentemente, se desvanecieron en la noche, dejando solo una risa tenue que se mezclaba con el viento. Julián y Mateo, aliviados, se miraron con una gran sonrisa.

"Nos escapamos", dijo Julián, todavía a punto de reírse.

"Y ganamos. Podríamos jugar aquí cada noche", concluyó Mateo, mientras ambos comenzaban a regresar a casa, el corazón todavía acelerado, pero con una historia para contar.

Desde aquella noche, cada vez que veían la cancha de Argentinos Juniors, recordaban cómo la valentía y la astucia los habían ayudado a enfrentar sus miedos. Y así, aprendieron que a veces, lo más aterrador se puede vencer con un poco de ingenio y amistad.

FIN.

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