La Noche en que Krampus Aprendió a Amar
Era una fría noche de diciembre y el pueblo de La Felicidad estaba listo para celebrar la Navidad. Las luces brillaban en cada esquina y los habitantes decoraban sus casas con guirnaldas y estrellas. Pero en el bosque, oculto entre las sombras, vivía Krampus, una criatura conocida por ser el opuesto de la alegría navideña. Mientras todos en el pueblo disfrutaban de su felicidad, él se sentía más solo que nunca.
Una noche, mientras Krampus observaba el pueblo desde su cueva, escuchó risas y villancicos. Se asomó con curiosidad y, al ver a los niños jugando en la plaza, sintió un brillo en su corazón que nunca había experimentado.
"¿Por qué son tan felices?", se preguntó Krampus, mientras una pequeña tristeza lo invadía.
Decidido a entender lo que hacía felices a los demás, Krampus se acercó sigilosamente y se escondió detrás de un árbol. Vio a los niños repartir regalos y abrazarse. Su risa se contagiaba y su alegría era sincera.
Una niña, llamada Sofía, notó algo raro en el árbol.
"¿Quién está ahí?", dijo ella, mirando con curiosidad.
Krampus se asustó un poco y decidió que debía irse, pero antes de que pudiera moverse, Sofía lo llamó.
"¡No tengas miedo! Ven, vení a jugar con nosotros, no te haremos daño."
Krampus se acercó tímidamente, y aunque su aspecto era intimidante, los niños no retrocedieron. Sofía, con su dulzura, le sonrió.
"Te he visto mirar desde lejos. ¿Te gustaría jugar a construir muñecos de nieve?"
Al principio, Krampus dudó. Nadie lo había invitado antes a unirse a algo. Sin embargo, la calidez en el corazón de Sofía lo convenció. Así que, con un poco de vergüenza, se unió al grupo. Al principio, todos los demás niños estaban un poco asustados, pero pronto se dieron cuenta de que Krampus sólo quería ser parte de algo.
"¡Krampus, mirá! ¡Hicimos un muñeco gigantesco!", gritaron los niños mientras correteaban a su alrededor.
Entre risas y juegos, los corazones de los niños, y de Krampus, se llenaron de alegría. Krampus nunca había entendido lo que era dar y recibir amor. Al final de la noche, el pueblo se iluminó con una fogata y todos se reunieron alrededor.
"Si te quedás con nosotros, podemos compartir la Navidad juntos" - le dijo Sofía, mientras le ofrecía una porción de galletita de jengibre.
"¿De verdad? ¿Me aceptan?", preguntó Krampus, sintiendo un calor abrazador en su pecho.
"Sí, claro. Todos merecemos ser felices, incluso vos. La Navidad es para compartir amor, no miedo" - respondió un niño.
Esa noche, Krampus entendió que el espíritu navideño no era sólo para algunos, sino que todos podían vivirlo. Desde entonces, cada Navidad, Krampus visitaba La Felicidad para ayudar a envolver regalos y compartir galletitas con los niños. Y así, el que alguna vez había sido conocido como el terriblemente aterrador Krampus, se convirtió en el amigo más adorable y querido del pueblo.
- Y aunque nunca cambió del todo, aprendió que la felicidad se comparte y que el amor es el verdadero espíritu de la Navidad.
Y así, cada diciembre, Krampus recordaba que todos tienen su propio lugar en el mundo. Y La Felicidad seguía brillando más y más, todo gracias a un monstruo que un día decidió abrir su corazón.
Fin.
FIN.