Isabel era una niñera muy querida en su barrio.
Todos los padres la recomendaban por su amabilidad y creatividad.
Una noche recibió una llamada de emergencia de los padres de Lucas y Sofía, una pareja que adoraba salir de cena de vez en cuando.
- "Hola, Isabel.
¿Podés venir a cuidar a los chicos esta noche?
Es muy importante para nosotros" - dijo la madre, un poco preocupada.
- "¡Claro!
No se preocupen, todo saldrá bien" - respondió Isabel con entusiasmo.
Así que, después de preparar su mochila con juegos y libros, llegó a la casa.
Lucas, un niño de cinco años, y Sofía, su hermana mayor de siete, estaban muy contentos de ver a Isabel.
- "¡Isabel!" - gritaron al unísono.
- "¿Listos para una noche divertida?" - preguntó ella, guiñándole un ojo a Sofía.
La noche comenzó con juegos de mesa, risas y un poco de arte.
Isabel hizo que los chicos dibujaran su animal favorito.
Lucas eligió un dinosaurio y Sofía, un unicornio.
Todo iba de maravilla hasta que, de repente, escucharon un ruido extraño proveniente del jardín.
- "¿Escucharon eso?" - preguntó Sofía, mirando hacia la ventana.
- "Sí, parece que algo se mueve" - añadió Lucas, con un brillo de aventura en sus ojos.
Isabel, sintiendo una mezcla de curiosidad y precaución, se acercó a la ventana y miró afuera.
Allí vio a un pequeño perro, temblando y asustado.
Su corazón se llenó de compasión.
- "¡Es un perrito!" - exclamó Isabel.
- "Creo que se ha perdido".
Los niños, al escuchar esto, se asomaron también.
- "¡Pobrecito!
Debemos ayudarlo, Isabel" - dijo Sofía mientras sus ojos se llenaban de ternura.
Isabel, siendo valiente, les dijo:
- "De acuerdo, pero debemos tener cuidado.
¿Alguien puede ayudarme a buscar una manta para envolverlo?"
Lucas y Sofía corrieron a buscar una manta mientras Isabel abría la puerta del patio.
Con cuidado y paciencia, se acercó al perrito.
- "Tengo una mantita para vos, amigo" - le habló suavemente, tratando de no asustarlo.
Poco a poco, el perrito se acercó y, cuando finalmente estaba a su lado, Isabel pudo envolverlo en la manta.
- "¡Lo logramos!" - celebró Lucas, saltando de alegría.
Pero al mirar más de cerca al perrito, Isabel se dio cuenta de que tenía una etiqueta con un número de teléfono.
- "¡Chicos!
Miren, tiene un dueño.
Vamos a llamar y ver a quién pertenece" - explicó Isabel, sacando su celular.
Ella llamó y, para su sorpresa, la dueña del perro contestó muy emocionada.
- "¡Sí!
¡Es mi perrito!
Se llama Max, se escapó mientras lo paseaba!" - dijo la mujer, casi llorando de alivio.
- "¡Puede venir a buscarlo en minutos!" - añadió Isabel, mirando a los niños con una sonrisa.
Cuando la mujer llegó, no podía contener su felicidad al ver a Max de vuelta en sus brazos.
- "¡Gracias, gracias, gracias!" - exclamó la mujer, abrazando a Isabel y a los niños.
- "Ustedes son unos héroes.
Max se siente muy afortunado de haberlos encontrado.
"
El perrito movía la cola, como si también quisiera dar las gracias.
Isabel y los niños se sintieron muy felices por haber ayudado a Max y a su dueña.
Después de que la mujer se fue, Isabel miró a Lucas y Sofía.
- "¿Ven?
A veces lo peor puede llevar a algo muy bueno.
Siempre es importante ayudar a los demás, aunque a veces no sepamos qué va a pasar".
Los niños asintieron con sus cabezas.
Esa noche, no solo aprendieron lo valioso que es ayudar a otros, sino también sobre la importancia de la compasión.
Al final, se acurrucaron en el sofá con una película y fueron a la cama con una gran sonrisa en sus rostros, conscientes de que habían hecho algo maravilloso juntos.