La Noche Mágica de Dayner



Era una hermosa víspera de Navidad en la casa de Dayner Escalona. El aire estaba lleno de risas y el aroma de galletas recién horneadas. Dayner, un niño curioso y lleno de alegría, miraba por la ventana desde su habitación, esperando ansioso la llegada de su familia.

Cuando finalmente todos llegaron, su corazón se llenó de felicidad. Sus padres, abuelos, tíos y primos se reunieron en el salón decorado con luces brillantes y un enorme árbol de Navidad en el centro.

"¡Mirá qué lindo queda el árbol, Dayner!" - le dijo su prima Sofía, decorando una de las ramas con una bola dorada.

"Sí, pero no hay estrella en la cúspide aún, ¿verdad?" - respondió Dayner, mirando hacia lo alto.

"Vayamos a buscarla, seguro que está en la caja de adornos" - sugirió su hermano Marcos.

Los dos corrieron hacia la sala de juegos donde habían guardado las decoraciones. Mientras buscaban, Dayner encontró un pequeño libro polvoriento.

"¿Qué será esto?" - preguntó asombrado.

"No tengo idea, ¡abrilo!" - animó Marcos.

Al abrirlo, una nube de polvo salió volando, y las páginas comenzaron a brillar. De repente, una pequeña hada apareció ante ellos.

"¡Hola, pequeños! Soy Lila, el hada de la Navidad. He estado esperando a alguien que me ayude" - exclamó con una voz melodiosa.

"¿Ayudarte? ¿Cómo?" - preguntó Dayner, sus ojos brillando de emoción.

Lila les explicó que había perdido su varita mágica y sin ella, no podía esparcir el espíritu navideño sobre las casas de los niños. Dayner, con su espíritu aventurero, decidió que debía ayudarla.

"¡Vamos a buscarla!" - dijo Dayner.

"¡Sí! Pero, ¿dónde la perdiste?" - preguntó Marcos.

Lila pensó por un momento.

"Creo que se me cayó en el parque, cuando estaba mirando el gran árbol de Navidad. ¡Vamos!" - les dijo.

Sin dudarlo, los tres partieron hacia el parque bajo la luz de la luna. Cuando llegaron, encontraron el parque iluminado por una brillante estrella en el cielo, y el aroma de la Navidad flotaba en el aire. Sin embargo, todo estaba en calma.

"¿Y ahora qué hacemos?" - preguntó Marcos, un poco asustado.

"Busquemos juntos!" - contestó Dayner.

"¡Sí! ¡Podemos cantar villancicos mientras buscamos!" - propuso Sofía entusiasmada.

Así lo hicieron. Comenzaron a cantar con toda su fuerza y, de repente, algo brilló entre los arbustos.

"¡Miren!" - gritó Dayner.

"¡Es la varita de Lila!" - exclamó Sofía mientras corría hacia ella.

Al tomarla, la noche se llenó de luces destellantes y un pequeño grupo de estrellas empezó a danzar alrededor de ellos.

"¡Lo lograron!" - dijo Lila, emocionada.

"¡Gracias, gracias!" - añadió mientras tomaba su varita.

"Ahora puedo llevar la magia de Navidad a todos los rincones. ¡No se olviden de creer en la magia!" - dijo, justo antes de desaparecer en una nube de brillantes destellos.

Regresaron a casa, contentos y con un gran secreto que contar. Sus padres, abuelos, tíos y primos los estaban esperando con los brazos abiertos.

"¿Dónde estaban?" - preguntó su abuela.

"¡Teníamos una misión, abuela!" - respondió Dayner entusiasmado.

"Sí, encontramos el espíritu navideño junto al hada de la Navidad" - explicó Marcos, sonriendo.

"¡Qué aventura! ¡Pero ahora a celebrar!" - contestó su papá.

Esa noche, la casa de Dayner se llenó de risas, música y abrazos. Mientras compartían galletas y se sentaban todos juntos, Dayner sintió que la verdadera magia de la Navidad estaba en esos momentos compartidos, rodeados de las personas que más amaba. Y aunque el hada se había ido, el espíritu navideño viviría eternamente en sus corazones.

Al final, mientras miraba las estrellas desde su ventana, Dayner sonrió al recordar que la magia de la Navidad siempre está presente para aquellos que saben buscarla y compartirla.

FIN.

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