La Noche Mágica de Halloween



Era la noche de Halloween y en el pequeño pueblo de Luz de Luna, los niños se preparaban para la gran fiesta. Todos llevaban disfraces creativos y estaban emocionados por salir a pedir caramelos. En medio de preparativos, Clara, una niña de diez años con una imaginación desbordante, se dio cuenta de que la noche tenía algo especial. Las luces de las casas brillaban más y una suave brisa traía consigo un aroma a manzanas caramelizadas.

-Clara, vení a ver, todos ya se están yendo a la calle -dijo su amigo Tomás, disfrazado de monstruo de las galletas-.

-¡Sí, ya voy! -respondió Clara, que siempre tenía una idea extra en su mente.

Cuando llegaron a la calle, se dieron cuenta de que una casa antigua y en ruinas, que nadie se había atrevido a visitar, tenía las luces encendidas.

-Mirá esa casa, parece que alguien está allí -dijo Clara intrigada-

-¡No! Esa casa está embrujada, nadie va a tocarla -exclamó Tomás, un poco asustado-

-¿Y si encontramos a alguien que necesita ayuda? -propuso Clara valientemente-

Los dos amigos miraron a su alrededor, todos estaban disfrutando de sus caramelos, pero Clara y Tomás sentían una necesidad de averiguar la verdad sobre la casa.

Con cada paso que daban, el corazón de Tomás latía más rápido. Ya estaban frente a la puerta.

-¿Vas a tocarla? -preguntó Tomás inquieto-

-Claro, ¿quién sabe qué interesante podremos encontrar? -respondió Clara con determinación, mientras levantaba su mano y tocaba la puerta.

Para su sorpresa, la puerta se abrió y una brisa suave los invitó a entrar. Al cruzar el umbral, se encontraron en una habitación decorada con luces de colores, calabazas sonrientes y dulces colgando de las paredes.

-¡Bienvenidos, pequeños aventureros! -dijo una anciana sonriente, con una capa de terciopelo negro-. Soy Doña Esmeralda, la guardiana de este lugar.

-¿Guardiana? -preguntó Clara intrigada-

-Sí, este lugar se llena de magia cada Halloween, y yo me encargo de mantener la alegría y la fantasía viva -respondió Doña Esmeralda.

Clara y Tomás estaban maravillados.

-¿Podemos quedarnos y disfrutar de la fiesta? -preguntó Clara con ojos brillantes-

-¡Claro que sí! Pero aquí hacemos algo especial cada Halloween. Todos deben traer un objeto que represente algo que aprecien, y luego lo compartimos -explicó Doña Esmeralda.-

Clara sacó un pequeño dibujo de ella y su perro, mientras que Tomás buscó en sus bolsillos y encontró una roca que parecía mágica.

-Esto lo encontré en el parque. Me recuerda a los momentos divertidos que pasamos -dijo Tomás.-

-¡Es precioso! -exclamó Doña Esmeralda-. Ahora, cuenten por qué eligieron estos objetos.

Clara habló primero.

-Amo a mi perro, siempre juega conmigo y me hace sentir feliz. Este dibujo alegra mi habitación y me inspira a ser creativa -dijo.

Tomás hizo una pausa, pensando en el valor de su roca.

-Yo elegí esta roca porque me recuerda a cuando compartimos aventuras en el parque. A veces, las cosas más simples, como jugar con amigos, son las que más significan -confesó.

Doña Esmeralda sonrió.

-¡Y eso es lo que realmente cuenta! La magia de Halloween no está en los caramelos o en los disfraces, sino en los momentos que compartimos y en lo que valoramos.

Mientras disfrutaban los dulces y el ambiente festivo, los dos amigos se dieron cuenta de que la verdadera magia de la noche había sido su valentía y amistad.

Esa experiencia no solo había traído alegría, sino también un nuevo entendimiento sobre lo que significaba celebrar y valorar lo que realmente importa -su amistad y los momentos especiales compartidos.

Al final de la noche, Clara y Tomás sabían que habían vivido una aventura única y que cada Halloween les traería nuevas oportunidades para crear recuerdos mágicos juntos.

Cuando regresaron a casa, su corazón estaba lleno de alegría y su amistad más fuerte que nunca.

-Es una noche mágica, ¿no? -dijo Tomás al despedirse de Clara.

-Sí, y prometo que cada Halloween será aún mejor con nuestra amistad -respondió Clara, sonriendo mientras se metía a la cama, lista para soñar con nuevas aventuras.

FIN.

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