La Noche Mágica de Sofía



Sofía era una niña radiante, de esos que siempre llevan una sonrisa en el rostro. Su estrellita favorita en el árbol de Navidad era una pequeña esfera dorada que brillaba con la luz de las luces multicolores. La Navidad era su época del año favorita; le encantaba la música, las risas familiares y, por supuesto, las sorpresas que traía el día.

Una noche, mientras aguardaba con ansias la cena, Sofía decidió expresar su emoción de alegría. _"¡Estoy tan feliz! La Navidad es la mejor época, todo brilla, y estamos todos juntos!"_ le dijo a su osito de peluche, que siempre la escuchaba con atención.

Pero esa noche, algo diferente iba a suceder. Mientras compartía su alegría con los demás, comenzó a notar que en su cabeza, sus emociones también querían salir a jugar. _"¿Qué pasará si comparto mi alegría con todos?"_ pensó. _"Quizás otros también se sientan felices conmigo."_

Así que, al terminar la cena, Sofía se animó a contar un chiste. _"¿Por qué los pajaritos no usan Facebook? Porque ya tienen Twitter!"_ Todos en la mesa estallaron en risas y gritos de alegría.

De repente, un giro inesperado surgió. La abuela de Sofía que hasta ese momento había lucido seria, se puso de pie. _"¡Ay, qué risa! Pero, Sofía, querida, ¿sabés qué? A veces también es bueno sentir otras emociones. ¿Por qué no nos cuentas un momento en el que te hayas sentido triste?"_

Sofía, sorprendida, se dio cuenta de que nadie había hablado de la tristeza antes. _"Bueno, me acuerdo una vez… cuando casi rompí mi juguete favorito. Sentí que se me hacía un nudo en la garganta..."_

La abuela la escuchó atentamente. _"A veces la tristeza puede ser un paso para volver a encontrar la alegría. Las emociones son como el clima; a veces llueve, a veces hace sol. Hay que aprender a reconocerlas y a aceptarlas."_

Allí comprendió Sofía que no solo la alegría era importante. Las emociones eran compañeros que siempre estaban en su cabeza y que podían ayudar a contar historias. Así que, motivada por las palabras de su abuela, empezó a hablar sobre su enceguecedora alegría, pero también sobre la tristeza de perder un globo una vez, o la confesión de que a veces sentía un poco de envidia al ver a sus amigos recibir regalos grandes.

_Sofía, si aprendemos a convivir con todas las emociones, lograremos sentirnos más completos_ pensó la abuela, mientras ordenaba un poco la mesa.

Al final de la noche Sofía se sintió ligera. _"Ya entendí, abuela. La alegría es genial, pero también hay lugar para todo lo demás."_

De repente, se escuchó un ruido fuerte desde la ventana. _"¡Miren! El cielo está lleno de luces!"_ gritó su hermano. Todos se asomaron para ver cómo los fuegos artificiales iluminaban la noche.

_"¡Eso es! ¡Es como en la vida! Cada explosión es una emoción diferente, y todas juntas forman algo hermoso","_ dijo su papá con una sonrisa.

La familia aplaudió y saltó con cada explosión de colores que aparecían en el cielo, y Sofía notó que su corazón latía con fuerza, lleno de alegría por el momento, pero también de una calidez que venía de reconocer que todas las emociones hacen parte de ella.

Esa noche, Sofía aprendió que compartir no solo la alegría, sino también otros sentimientos podía unirlos más como familia. La Navidad era entonces mucho más que luces y regalos; era un tiempo para sentir y compartir todo lo que hay dentro.

De ahí en más, cada Navidad se hacía un momento de contar no solo las alegrías, sino también los momentos difíciles, y ella se sentía cada vez más fuerte para enfrentar cualquier emoción. ¡Porque todas ellas eran parte del regalo de ser quién era!

FIN.

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