La Noche mágica de Tomás y el Ratón Pérez



Había una vez un niño llamado Tomás que vivía en un pequeño pueblo. Tomás era un chico muy curioso y valiente, pero había una cosa que lo diferenciaba de los demás: no creía en el Ratón Pérez. Sus amigos le contaban historias sobre cómo el ratón venía a llevarse los dientes que se caían y dejaba monedas a cambio, pero Tomás siempre les respondía: "¡Es solo un invento!".

Un día, mientras se preparaba para dormir, Tomás se miró en el espejo y sintió que un pequeño diente se movía. Emocionado, lo tocó con su dedo y decidió que era hora de desprenderse de él. "Si realmente existe el Ratón Pérez, mañana voy a tener una moneda", pensó.

Sin embargo, a medida que se apagaban las luces, el miedo se apoderó de él. No quería que el ratón se acercara porque no creía en su existencia. Entonces decidió hacer algo diferente. Tomás se quedó despierto, esperando la llegada del famoso ratón.

Pasaron las horas y, cansado de esperar, Tomás se acomodó en su cama. De repente, escuchó un pequeño chirrido. "¿Quién será?", se preguntó. Al abrir los ojos, vio una pequeña figura con una gran sonrisa y un sombrero. Era el Ratón Pérez.

"¡Hola, Tomás! Soy el Ratón Pérez", dijo el ratón mientras movía su colita.

Tomás se frotó los ojos, incrédulo. "¿Eres real? No puedo creer que estés aquí..."

"Soy muy real, amigo. Y he venido porque tus amigos me han contado de tu desconfianza. ¡Pero no te preocupes! No estoy aquí para llevarme tu diente sin más. He traído algo especial", continuó el ratón mostrando una pequeña caja.

Tomás se sentó y, con una mezcla de emoción y miedo, preguntó: "¿Qué hay en esa caja?"

"Es un regalo de confianza", explicó el Ratón Pérez. "He traído una moneda mágica que solo aparece para los que creen en la magia de las pequeñas cosas. Pero deberás hacerme una promesa a cambio".

"¿Qué promesa?", indagó Tomás.

"Prométeme que siempre serás curioso y aprenderás a creer en lo que no puedes ver. A veces, las cosas más maravillosas son invisibles al ojo, pero se sienten en el corazón“, dijo el Ratón Pérez con una sonrisa.

Tomás reflexionó unos instantes. "Está bien, prometo ser más curioso y mantener la mente abierta", respondió finalmente.

El Ratón Pérez sonrió. "Muy bien. Aquí tienes tu moneda mágica." El ratón dejó la moneda en la mesita de luz y, antes de marcharse, agregó: "Recuerda, la curiosidad y la fe en lo imposible son las claves de la magia”.

Con el corazón latiendo fuerte, Tomás miró la moneda y decidió que, aunque no podía ver todo, eso no significaba que no existiera. Desde esa noche, Tomás empezó a investigar sobre diferentes cosas, a mirar las estrellas, a preguntar a sus mayores y a escuchar las historias que antes ignoraba.

Los días pasaron, y cada vez que un diente se caía y se lo dejaba al Ratón Pérez, siempre había algo mágico esperándolo a la mañana siguiente. Lo más importante, comenzó a entender que la vida está llena de pequeñas sorpresas y que, a veces, es bueno creer en lo que no se puede ver.

A través de su curiosidad, Tomás no solo descubrió el mundo que lo rodeaba, sino que también hizo amigos nuevos y vivió aventuras que jamás hubiera imaginado.

De esta manera, se transformó en un chico travieso y valiente, capaz de encontrar magia en lo cotidiano y siempre listo para creer en algo más grande que él mismo.

Y así, Tomás nunca volvió a dudar del Ratón Pérez, porque aprendió que lo más importante no era tener pruebas, sino tener fe en la magia de las pequeñas cosas de la vida.

FIN.

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