La Noche Mágica en el Bosque de Dulces
En una pequeña aldea, había un bosque encantado donde los árboles susurraban secretos y las estrellas brillaban con fuerza. En esa aldea vivían cuatro amigos: Lila, Tomás, Sofía y Nico. Ellos siempre buscaban aventuras, y esa noche, decidieron explorar el bosque, pues había un rumor sobre unas brujas que hacían dulces mágicos.
"¿Están listos para la aventura?", preguntó Lila emocionada.
"¡Sí!", respondieron todos con entusiasmo.
"Escuché que las brujas solo aparecen en la noche de luna llena", dijo Tomás.
La luna estaba llena y brillante. Los chicos caminaron por el sendero iluminado por la luz de la luna, guiándose por las risas lejanas de las criaturas del bosque. De repente, escucharon un crujido.
"¿Qué fue eso?", preguntó Sofía con un poco de miedo.
"Solo son ramas, no se preocupen", dijo Nico, tratando de tranquilizarlos.
Al avanzar un poco más, encontraron una cabaña hecha de caramelos y galletas. Era la casa de las brujas. Desde adentro se escuchaban risas y voces alegres.
"¡Entremos!", sugirió Lila.
"No sé, tal vez no sea buena idea", dijo Sofía.
"¡Vamos! Solo pediremos un dulce y nos iremos rápido!", insistió Nico.
Los cuatro amigos, curiosos, decidieron entrar. Para su sorpresa, las brujas no eran aterradoras; eran amables y estaban horneando deliciosos dulces.
"¡Bienvenidos, pequeños aventureros!", dijo una de las brujas de cabello plateado.
"¿Quieres probar nuestros dulces?", preguntó otra bruja con una sonrisa amistosa.
Los niños emocionados asintieron mientras las brujas les ofrecieron caramelos de colores brillantes y galletas espolvoreadas con chispitas mágicas.
"Pero antes de comer, tienen que ayudarnos con algo", comentó la bruja de cabello plateado.
"¿Ayudar? ¿En qué?", preguntó Tomás.
Las brujas explicaron que necesitaban ayuda para recolectar ingredientes especiales para sus dulces. Si los niños ayudaban, recibirían un dulce mágico como recompensa.
"¿Qué tipos de ingredientes?", inquirió Sofía curiosa.
"Flores de luna y rocío de estrellas", respondió la bruja con una mirada sabia.
"No tengo idea de qué son, pero podemos intentar encontrarlos", dijo Nico.
Las brujas les dieron un mapa del bosque y los niños se aventuraron a buscar los ingredientes. A medida que recorrieron el bosque, encontraron flores brillantes que iluminaban el sendero y lugares donde el rocío brillaba como diamantes.
"¡Esto es increíble!", exclamó Lila, recogiendo una flor brillante.
"No sabía que el bosque tenía tanta magia", dijo Sofía, maravillada.
Después de un rato, lograron recoger todos los ingredientes. Regresaron a la cabaña y le entregaron lo que habían encontrado a las brujas.
"¡Excelente trabajo, pequeños!", dijo la bruja de cabello plateado.
"Como agradecimiento, les daremos un dulce que les otorgará un deseo", añadió la otra bruja.
Los cuatro niños se miraron emocionados. Pero, después de pensarlo bien, decidieron que no necesitaban deseos para ellos mismos.
"¿Podemos usar el deseo para ayudar a otros niños en la aldea?", sugirió Tomás.
"Sí, así todos podrán disfrutar de los dulces mágicos", agregó Sofía.
Las brujas sonrieron, impresionadas por su bondad.
"Es una hermosa idea, pequeños valientes. Con su deseo, haremos que todos los niños de la aldea tengan acceso a dulces mágicos cada vez que quieran", dijo la bruja de cabello plateado mientras conjuraba un hechizo.
Al llegar a la aldea, había una gran fiesta organizada por las brujas, llenando el lugar con risas y dulces mágicos. Los niños del pueblo se unieron a la fiesta, disfrutando de los sabores y la alegría.
"Esto es lo mejor que hemos hecho", dijo Nico mientras compartía dulces con otros niños.
"Sí, la verdadera magia es la amistad y compartir", agregó Lila.
Los amigos aprendieron que la generosidad y el amor son los ingredientes más importantes. Después de esa noche mágica, el bosque de dulces nunca volvió a estar solo, ya que siempre había risas y alegría entre los niños de la aldea.
Y así, el bosque siguió siendo un lugar de alegría, lleno de amigos, brujas y, por supuesto, muchos dulces.
FIN.