La Noche Oscura en Villa Ángela
Era una noche tranquila en Villa Ángela. Los habitantes del pueblo ya estaban en casa, disfrutando de una taza de yerba mate o leyendo un buen libro. Sin embargo, algo inusual estaba a punto de suceder. La luna y las estrellas desaparecieron detrás de unas nubes negras, y la oscuridad cubrió el pueblo como un manto.
Los niños de la villa estaban en la plaza, jugando y riendo. De repente, notaron que la luz parpadeaba, y luego, ¡se apagó por completo!"¿Qué pasó con las luces?" - preguntó Lucas, un niño curioso.
"Tal vez sólo sea una tormenta, no debe ser nada raro" - dijo Ana, su mejor amiga, mientras miraba al cielo oscuro.
"A mí me da miedo estar aquí en la oscuridad..." - agregó Tomás, un niño algo miedoso.
Lucas tomó una profunda respiración y, con valentía, dijo:
"¡No tengamos miedo! Fijate, podemos hacer algo divertido. Propongo un juego. ¡Vamos a buscar tesoros en la plaza!"
Ana sonrió y dijo:
"¡Eso suena genial! Vamos a hacer un mapa de nuestra búsqueda."
"Yo quiero ayudar a hacer el mapa, yo tengo una linterna!" - exclamó Tomás, con una chispa de emoción en sus ojos.
Con linterna en mano, Tomás iluminó el terreno mientras Lucas y Ana dibujaban un mapa en la tierra. La búsqueda comenzó, y la oscuridad, en lugar de asustarlos, les daba una oportunidad de explorar misterios alrededor de la plaza.
"Miren, ahí está un árbol enorme, podríamos buscar bajo sus raíces" - sugirió Lucas.
"¡Sí! Y después podríamos ir hacia el viejo banco, ahí siempre hay cosas interesantes!" - agregó Ana.
Mientras buscaban, encontraron hojas secas, piedras brillantes y hasta unos viejos juguetes que había olvidado el tiempo. Sin embargo, lo más emocionante llegó cuando escucharon un ruidito detrás de un arbusto. Tomás, con su linterna, iluminó el lugar y... ¡una pequeña ardilla saltó hacia ellos!"¡Miren!" - gritó Ana.
"¡Es una ardilla!" - dijo Lucas, maravillado.
"Tal vez nos está guiando a un tesoro" - murmuró Tomás emocionado.
Y así, decidieron seguir a la ardilla. La siguieron por un sendero oscuro entre los árboles de la plaza. La ardilla subió un árbol y desde allí, se giró y empezó a mover su cola, como si les estuviera indicando que la sigan.
"¿Debemos seguirla?" - preguntó Tomás, un poco inquieto.
"Sí, ¡vamos! Puede ser una aventura increíble" - alentó Lucas.
Finalmente, llegaron a un pequeño claro donde encontraron un tronco caído y algunas ramas. La ardilla se sentó en el tronco, aparentemente muy satisfecha.
"¿Y ahora qué?" - preguntó Ana.
"Tal vez esté guardando ahí su tesoro" - sugirió Lucas, mirando alrededor.
"Podemos hacer un pequeño refugio y jugar a los exploradores" - dijo Tomás, ahora mucho más animado.
Los tres amigos se pusieron a trabajar. Recolectaron ramitas y hojas, y poco a poco fueron construyendo un maravilloso refugio. La oscuridad ya no parecía tan espantosa; ahora, se sentían como verdaderos exploradores.
Mientras trabajaban, una pequeña brisa movía las hojas, y toda la naturaleza parecía aplaudir su labor.
"¿Vieron? La oscuridad también puede ser divertida" - dijo Ana.
"Sí, si estamos juntos, ¡podemos convertir la noche en una gran aventura!" - sonrió Lucas.
"¡Y encontramos un nuevo lugar para jugar!" - exclamó Tomás.
Así, la noche oscura en Villa Ángela se volvió el escenario de la mejor aventura de sus vidas. Aprendieron que la oscuridad no debe asustar, sino que pueden ser momentos para descubrir, jugar y divertirse juntos. Cuando al final las luces de la plaza volvieron a encenderse, los tres amigos ya no eran los mismos; habían descubierto que en cada rincón oscuro hay una oportunidad para brillar con su propia luz.
FIN.