La Nochebuena de Reno
Era Nochebuena y en la casa de la familia Cardozo todo estaba listo para la gran cena. La mesa estaba decorada con manteles rojos y verdes, y las galletitas de jengibre estaban esparcidas por toda la mesa. En la cocina, Reno, un reno muy especial, estaba ayudando a la abuela Marta a preparar la comida.
"¡Reno! Pasame la harina, por favor", dijo la abuela Marta mientras batía la masa para los panqueques.
"¡Aquí tenés, abuela!", respondió Reno, con su nariz roja brillando como un faro.
Afuera, los copos de nieve caían suavemente, y la familia esperaba con ansias la llegada de la noche para celebrar juntos. Pero justo cuando estaban por comenzar a cocinar el plato principal, ¡se fue la luz!"¡Oh no! ¿Qué haremos ahora?", exclamó Reno, asustado.
La abuela Marta suspiró pero sonrió al mismo tiempo.
"No te preocupes, Reno. A veces las cosas no salen como uno espera, pero eso no significa que la diversión se acabe. ¡Vamos a improvisar!", dijo mientras tomaba una linterna.
Reno miró a su alrededor. Con la linterna de la abuela, la cocina iluminada con un suave resplandor parecía mágica.
"¡Mirá! ¡Es como si estuviéramos en un cuento de hadas!", exclamó Reno, sintiendo la emoción de la noche.
Mientras la abuela buscaba ingredientes que pudieran cocinarse sin necesidad de luz eléctrica, Reno tuvo una idea.
"¿Y si hacemos galletitas para que todos decoren? Así la gente puede hacer su propio dulce y no necesitamos el horno por ahora. ¡Podemos dejarlas secar en la ventana!", propuso con entusiasmo.
"¡Me encanta la idea! Vamos a hacerlo", dijo la abuela Marta, llenándose de energía.
Juntos, mezclaron la harina, el azúcar, la mantequilla y un poco de especias. Reno se aseguró de que la masa estuviera bien lista y mientras esperaban que se enfriaran, empezaron a pensar en las decoraciones.
"Podemos usar esos caramelos de colores que compraste. Y las chispas de chocolate también servirán", sugirió Reno.
El tiempo pasó volando mientras cortaban las formas de las galletas y las llenaban de dulces. De repente, escucharon un fuerte ruido en el exterior. Era el viento aullando, y parecía que el invierno estaba decididamente en su máximo esplendor.
"¿Qué fue eso?", preguntó Reno, un poco asustado.
"Solo el viento, querido. Pero si quieres, podemos usar esto como una oportunidad.
¡Hagamos un concurso de galletitas! ¡El que tenga la galletita más divertida ganará un premio!", dijo la abuela, tratando de animarlo.
Reno asintió, sintiéndose más tranquilo. Organizaron el concurso y llamaron a toda la familia. Cada uno trajo su propio toque a las galletitas que habían hecho. Rieron, jugaron y se compartieron las historias de otros Nochebuenas.
Mientras la noche avanzaba, las luces volvieron a encenderse poco a poco, pero ni Reno ni la abuela se preocuparon. Las galletitas y la alegría de estar juntos habían hecho de esa Nochebuena algo inolvidable. Cuando la cena estuvo lista, todos se sentaron alrededor de la mesa, donde cada quien compartió sus galletitas y un montón de risas.
"Quizás no teníamos horno, pero esta fue la Nochebuena más divertida de todas", dijo Reno, sonriendo.
"Es cierto, Reno. A veces las sorpresas nos traen las mejores alegrías", dijo la abuela, con orgullo en su voz.
Y así, en la casa de los Cardozo, todos aprendieron que lo más importante en una celebración no son las luces ni la comida perfecta, sino las risas y el amor compartido. La noche terminó con todos sintiéndose agradecidos por lo simple, aunque inesperado, y prometiendo que cada año intentarían hacer un concurso de galletitas, sin importar si había luz o no.
Desde ese día, Reno se convirtió en el reno más famoso de la familia, y cada Nochebuena su nariz brillaba un poco más, recordándoles a todos el valor de la improvisación, la unión y la alegría del momento.
FIN.