La Nube Amiga



Había una vez una pequeña niña llamada Carmen que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas. Carmen era muy curiosa y siempre buscaba aventuras nuevas para entretenerse.

Pero había algo que le encantaba más que cualquier otra cosa: la lluvia. Carmen adoraba los días lluviosos, cuando las gotas caían del cielo y empapaban todo a su paso.

Le fascinaba escuchar el sonido de las gotas golpeando en el tejado y ver cómo se formaban charcos en el suelo. Pero lo que más disfrutaba era salir a caminar bajo la lluvia con su paraguas amarillo.

Una noche, mientras Carmen dormía plácidamente, una nube bisque solitaria se desvió de su camino habitual y decidió visitar el pueblo de Carmen. Esta nube estaba cansada de estar sola y quería encontrar alguien con quien compartir sus lágrimas. Cuando Carmen despertó por la mañana, se dio cuenta de que algo no estaba bien.

El sol brillante y radiante había desaparecido detrás de unas nubes grises y amenazadoras. Sin embargo, no eran las típicas nubes grises; estas tenían un tono bisque muy especial. Curiosa como siempre, Carmen decidió investigar qué pasaba con esas extrañas nubes bisque.

Salió corriendo al jardín con su paraguas amarillo en mano y miró hacia arriba. Fue entonces cuando vio a la nube bisque solitaria flotando justo encima de su cabeza.

"Hola" , dijo Carmen tímidamente mientras levantaba su paraguas para protegerse de la lluvia que estaba a punto de caer. La nube bisque solitaria miró hacia abajo y vio a Carmen con su paraguas amarillo.

Nunca antes había conocido a alguien tan valiente como ella, dispuesta a enfrentarse a la lluvia sin temor alguno. "¿Quién eres tú?", preguntó Carmen intrigada. "Soy una nube bisque solitaria", respondió la nube con tristeza en su voz. "He estado viajando por el cielo durante mucho tiempo sin encontrar un lugar al que pertenecer".

Carmen sintió compasión por la nube bisque y decidió ayudarla. Juntos, se embarcaron en una aventura para encontrar un lugar donde la nube bisque pudiera sentirse feliz y rodeada de amigos.

Viajaron por montañas, ríos y bosques hasta llegar a un hermoso prado lleno de flores de todos los colores. Allí encontraron otras nubes que estaban jugando y riendo juntas. La nube bisque se emocionó al ver cómo las demás nubes la recibieron con alegría y cariño.

Por fin había encontrado su lugar en el mundo, rodeada de amigos que compartían sus lágrimas y risas. Carmen se despidió de la nube bisque sabiendo que había hecho algo maravilloso: haber ayudado a alguien a encontrar su felicidad.

Regresó a casa con una sonrisa en su rostro, sabiendo que siempre hay algo bueno que hacer por los demás.

Desde ese día, cada vez que llovía en el pequeño pueblo, Carmen salía corriendo con su paraguas amarillo para disfrutar de la lluvia y recordar la historia de la nube bisque solitaria.

Y cada vez que veía una nube bisque en el cielo, sabía que era un recordatorio de cómo un pequeño acto de amabilidad puede cambiar la vida de alguien para siempre. Y así, Carmen aprendió que no importa cuán pequeños seamos, siempre podemos hacer una gran diferencia en la vida de los demás si estamos dispuestos a ayudar y mostrar compasión.

FIN.

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