La Nube Feliz y las Gotitas Alegres
Había una vez, en un pequeño pueblo llamado Agualandia, un grupo de gotitas de agua muy curiosas y divertidas. Estas gotitas vivían en el río Risueño, uno de los ríos más alegres y cristalinos del mundo.
Las gotitas se llamaban Gotaleta, Gotita y Gotón. Eran inseparables y siempre estaban buscando nuevas aventuras. Un día, mientras jugaban cerca de la orilla del río, notaron algo muy extraño. - ¡Miren! -exclamó Gotaleta-, hay una nube grisácea tapando el sol.
- ¡Es verdad! -dijo Gotita preocupada-. No podemos dejar que el sol se oculte. Sin pensarlo dos veces, las tres amiguitas decidieron subir al cielo para investigar qué estaba sucediendo con esa nube tan sospechosa.
Al llegar a la nube, descubrieron que era una nube triste y desanimada llamada Nubecita. Tenía un rostro muy triste y parecía estar llorando lágrimas grises. - Hola Nubecita -saludó Gotaleta con su voz dulce-.
¿Por qué estás tan triste? Nubecita suspiró profundamente antes de responder:- Es que estoy cansada de ser siempre la nube gris y lluviosa. Todos me evitan porque creen que solo traigo mal tiempo.
Las gotitas sintieron mucha pena por Nubecita y decidieron ayudarla a cambiar su forma de ver las cosas. - ¡No te preocupes! Nosotras sabemos cómo hacer para que seas una nube feliz -dijo Gotón entusiasmado. Las gotitas hicieron una pequeña reunión en el cielo y empezaron a idear un plan.
Decidieron que la mejor forma de alegrar a Nubecita era enseñándole lo maravilloso que era el agua. - ¡Vamos a mostrarle todas las cosas divertidas que podemos hacer con el agua! -exclamó Gotita emocionada.
Así fue como Gotaleta, Gotita y Gotón llevaron a Nubecita a dar un paseo por Agualandia. Primero, fueron al parque acuático, donde se deslizaron por toboganes gigantes y saltaron en piscinas llenas de burbujas.
- ¡Esto es increíble! Nunca imaginé que el agua podía ser tan divertida -dijo Nubecita riendo a carcajadas. Después, visitaron el lago cristalino del Bosque Encantado. Allí, las gotitas jugaron con los patitos nadadores y bailaron al ritmo de las ranas cantoras.
- ¡Miren cómo brillan nuestras gotitas bajo la luz del sol! -exclamó Gotaleta emocionada. Nubecita estaba fascinada con todas las maravillas que descubría junto a sus nuevas amiguitas. Poco a poco, su tristeza se fue desvaneciendo y comenzó a sonreír como nunca antes lo había hecho.
Finalmente, llegó la hora de regresar al río Risueño. Las gotitas acompañaron a Nubecita hasta su hogar en el cielo y le dieron un último abrazo antes de despedirse.
- Gracias por mostrarme todo lo hermoso que puede ser el agua -dijo Nubecita con gratitud-. A partir de ahora, seré una nube alegre y lluviosa. Desde ese día, Nubecita se convirtió en la nube más feliz del cielo.
Cada vez que llovía, las gotitas saltaban de alegría al ver cómo su amiga regaba los campos y llenaba los ríos para que todos pudieran disfrutar del agua. Y así, Agualandia siguió siendo un lugar mágico donde las gotitas de agua jugaban y reían sin parar.
Y siempre recordaron aquel día en el que enseñaron a una nube triste a valorar la belleza y la importancia del agua.
FIN.