La nube gris de Amalia



Amalia era una niña curiosa y risueña que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas. Siempre le había encantado explorar los bosques y dibujar en su cuaderno los animales que encontraba. Un día, al salir de su casa, notó que una pequeña nube gris parecía seguirla.

"¿Holi? ¿Qué haces ahí?" - preguntó Amalia a la nube, un poco confundida. La nube no contestó, pero sí se acercó un poco más.

Al principio, la nube fue solo una sombra que aparecía de vez en cuando, pero rápidamente se convirtió en un compañero constante.

"Amalia, ¿por qué estás tan seria?" - preguntó su amigo Lucas en la escuela.

"Es que tengo esta nube gris que no me deja pensar bien" - respondió ella, mirando al suelo.

Lucas, que siempre había sido un buen amigo, la miró curioso.

"¿Y si intentamos entenderla juntos?" - sugirió. Amalia sonrió por primera vez en semanas, y ambos decidieron buscar respuestas.

Primero, fueron al bosque para hablar con la sabia tortuga Tula, que siempre tenía buenos consejos.

"Tula, hay una nube gris que me sigue a todas partes. ¿Qué debo hacer?" - preguntó Amalia.

Tula sonrió y dijo:

"Las nubes no siempre son malas. A veces nos traen mensajes que debemos descubrir. ¿Qué te hace sentir así?"

Amalia lo pensó bien.

"A veces me siento abrumada por las cosas que tengo que hacer, y creo que la nube se siente igual. ¡Me hace sentir pesada!"

"Tal vez debas hablarle a la nube. Explícale cómo te sientes. Así podrás entenderla mejor." - sugirió Tula.

Amalia se fue del bosque con un nuevo plan. Esa tarde, se sentó bajo un árbol y miró a la nube gris que flotaba cerca.

"Escuchame, nube, no quiero que me abrumes. Solo quiero entenderte" - dijo con una voz suave.

La nube comenzó a cambiar. En lugar de ser oscura, empezó a iluminársele un poco la parte inferior, y una dulce voz se escuchó:

"Soy la inquietud de tus pensamientos. No quiero hacerte sentir mal, solo quiero ayudarte a ver lo que te preocupa."

Amalia se sintió aliviada. Al día siguiente, decidió compartir su miedo con Lucas.

"Lucas, creo que tengo que enfrentar la nube. Tengo cosas que me preocupan y debo resolverlas" - le explicó.

"¡Estamos juntos en esto!" - exclamó Lucas. Juntos hicieron una lista de todas las cosas que a Amalia le preocupaban: la tarea del colegio, los ensayos y el yudo que estaba por comenzar.

Con cada problema que escribían, la nube gris parecía, de a poco, desvanecerse.

"¡Mirá! Cada vez que hablamos de lo que nos preocupa, la nube se hace más pequeña" - le dijo Lucas muy emocionado.

Amalia pudo ver que si se enfrentaba a sus inquietudes, la nube no podía seguir asfixiándola. Días después, finalmente se animó a hablar con su maestra sobre lo que podía hacer para no sentir tanta presión con las tareas.

La maestra, al escucharla, respondió:

"Amalia, es normal que te sientas así a veces. La clave está en pedir ayuda cuando la necesitas. Eso hará que tu nube se ilumine más rápido."

Así, poco a poco, la nube gris se convirtió en una pequeña nube blanca que a veces aparecía de manera juguetona, recordándole a Amalia que todos tienen preocupaciones y que es importante enfrentarlas con valentía.

Amalia descubrió que no estaba sola y que podía compartir sus cargas. Aprendió a hablar sobre sus sentimientos y a buscar ayuda, haciendo que cada vez que la nube gris intentaba regresar, pudiera enfrentarse a ella con confianza y calma.

Desde entonces, Amalia se convirtió en una niña más fuerte, siempre recordando lo que había aprendido de su nube gris. Ahora, cuando miraba al cielo, ya no sentía miedo, sino gratitud por las lecciones que la vida le había brindado.

Y así, Amalia siguió explorando el mundo con su cuaderno y sus colores, sabiendo que hasta las nubes más grises podían tener un toque de luz.

FIN.

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