La nube que no quería llover



Había una vez una pequeña nube blanca llamada Nubi. Nubi flotaba feliz por el cielo, jugando con otras nubes y mirando los paisajes de abajo. Pero había algo que Nubi no quería hacer: llover. Cada vez que veía que otras nubes se convertían en lluvia, sentía un escalofrío en su interior.

"¡Mirá, Nubi! ¡El cielo se ha llenado de gotitas!"- exclamó Cumulito, su mejor amigo.

"No, no, no quiero llover, Cumulito. ¿Quién quiere mojar a los demás?"- respondió Nubi con tristeza.

A Nubi le encantaba flotar y ver a las personas disfrutar del sol, jugar en los parques, y correr a la orilla del río. La idea de convertir su belleza en gotas de agua la aterraba. Un día, mientras volaba sobre un hermoso campo lleno de flores, se topó con una pequeña mariposa llamada María.

"Hola, Nubi. ¿Por qué estás tan triste?"- preguntó la mariposa.

"No quiero llover, María. Me gusta estar aquí, mirando todo lo bonito, y no quiero convertirme en agua"- contestó Nubi, con su vocecita temblorosa.

"Pero, Nubi, ¿sabías que cuando llueve las flores crecen, los ríos se llenan y todos los seres vivos se alegran?"- le dijo María con una sonrisa.

Nubi se quedó pensando. No se había puesto a pensar en lo que podría significar llover para el mundo. Pero aún así, el miedo a perder su forma y su libertad la atormentaba. Decidida a no llover, Nubi comenzó a evitar a sus amigas nubes. Un día, cuando se encontró con Nimbus, un gigante de las nubes que siempre estaba dispuesto a ayudar, se sintió incómoda.

"Hola, Nubi. ¿Por qué no te unes a nosotros para hacer una lluvia refrescante?"- le preguntó Nimbus.

"No puedo, tengo miedo. No quiero convertirme en agua y perderme a mí misma"- respondió ella.

Nimbus entendió su dilema. Así que decidió asegurarse de que Nubi entendiera lo que significaba llover.

"Ven conmigo, Nubi. Te mostraré algo"- dijo Nimbus, mientras comenzaba a elevarse. Nubi, aunque temerosa, decidió seguirlo. Volaron a un lugar lejano donde había un antiguo árbol gigante, cuyas raíces se extendían por todo el suelo. Nimbus explicó:

"Este árbol necesita agua, Nubi. Si no llueve, se marchitará y morirá. Las personas lo aman, y las flores y animales dependen de él".

Nubi miró al árbol y vio cómo estaba comenzando a perder sus hojas. Sintió un cosquilleo en su interior, una mezcla de tristeza y de deseo de ayudar. Entonces, decidió probarlo.

"Está bien, Nimbus. Quiero intentarlo. Tal vez si lluevo, pueda ayudar a que el árbol y el campo sigan vivos"- dijo Nubi con un brillo en los ojos.

Nimbus sonrió, orgulloso de su amiga. Con determinación, Nubi cerró sus ojitos y comenzó a concentrarse. Se sintió llena de energía, y, aunque era una decisión difícil, dejó que una pequeña gota surgiera de su ser.

"¡Lo logré!"- exclamó Nubi sorprendida mientras la gota caía sobre el árbol. Entonces, una tras otra, más gotas comenzaron a caer, formando una hermosa lluvia. El árbol comenzó a absorber el agua, y en cuestión de minutos, se llenó de vida. Las hojas comenzaron a brotar y las flores a florecer.

"¡Mirá, Nubi! ¡Estás ayudando!"- gritó Nimbus felizmente.

Nubi se sintió alegre al ver cómo su esfuerzo había traído felicidad al mundo. Se dio cuenta de que al llover, no solo había perdido su forma, sino que había encontrado un nuevo propósito.

Desde entonces, Nubi aprendió a llover cuando era necesario. No siempre lo hacía, pero cuando lo hacía, lo hacía con el corazón lleno de amor. Aprendió que a veces hay que dejar ir lo que uno es, para convertirse en algo más grande y ayudar a los demás.

Y así, la pequeña nube blanca se convirtió en una nube sabia, que calmaría el calor del mundo cada vez que era requerido.

FIN.

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